Toni Bolaño

Catalano-chipriotas

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Llegar a Ítaca es una ardua tarea y complicada. El gobierno de Artur Mas embarcó a los ciudadanos en una aventura y ahora no tiene con qué remar. Sin dinero, con los bancos cerrados, con un déficit en la Seguridad Social por las nubes, sin aliados... Sólo tiene margen para aplicar recortes aunque el president lance soflamas como «nuestra misión es salvar el estado del bienestar». ¿A recortazos? Cataluña está mal y no tiene visos de mejorar. Hasta ahora el gobierno se aferraba a la independencia como la gran salida. Nos decían que independientes viviríamos mejor y culpabilizaban de todos los males a una España en quiebra.

Este fin de semana ha dado al traste con este argumento. Su fragilidad es evidente, pero no hay peor ciego que quien no quiere ver. Chipre ha sido todo un aviso a navegantes. Incluidos los que quiere ir a Ítaca pase lo que pase. Este pequeño estado europeo, situado cerca de las islas Jónicas a las que pertenece Ítaca, está partido en dos desde la guerra con Turquía. Ahora, acaba de ser «rescatada» por la UE. Bruselas les ha dado un salvavidas lleno de hormigón que hunde un poco más a los grecochipriotas. Los ciudadanos pagarán muy cara su salvación con una quita que dejará sus ahorros temblando.

No somos tan diferentes de Chipre. En Europa no somos nadie. Se atreverían con Cataluña igual que se atreven con los isleños. Tenemos una deuda galopante y no tenemos ingresos suficientes. Y ahora el déficit fiscal no tiene la culpa. La sociedad catalana también está partida en dos. Entre los que quieren la independencia y los que prefieren no navegar cuando las aguas bajan revueltas.

No quiero imaginar al presidente Mas volviendo de Europa diciéndonos que «o aceptamos lo que impone Europa o vamos a la quiebra». Una Cataluña independiente, en caso de ser Europa, estaría a merced de los mercados y de la guardia pretoriana de Merkel. Bruselas no se andaría con chiquitas. Algunos soñaban con una utopía y al despertar se encontrarán con la cruda realidad. Cataluña no es la Holanda del sur es el Chipre del oeste. Ante esta tesitura no sorprende que el Govern vuelva a mirar hacia Madrid. Quiere recuperar un diálogo que hoy es prácticamente inexistente. Mas quiere volver a la situación anterior a la bravuconada del 25-N. El problema es que puede ser demasiado tarde. Mientras, seguimos sin gobierno.