Alfonso Ussía
Cifras, cifras
Cada día que pasa nos llevamos un pasmo con las cifras económicas recibidas por «Podemos» de la dictadura venezolana. Ahora se certifica que los adversarios de la llamada Casta ingresaron en sus bolsillos más de tres millones y medio de euros procedentes del simpático, encantador y generoso CEPS –Centro de Estudios Políticos y Sociales–, del régimen bolivariano. Y que el Ministerio de Cultura de aquel maravilloso y desdichado país, concedió en 2010 el Premio «Libertador» al Pensamiento Crítico, al portavoz del círculo lila Luis Alegre. Con el premio, Luis Alegre recibió 150.000 dólares, cantidad nada alarmante para un premio de esa categoría, conocido en todo el mundo y cuyos miembros del Jurado son todos pensadores de gran prestigio aunque no conozcamos sus nombres. Pero el partido opositor Copei, afirma tener pruebas de que han sido más de diez millones de euros los aportados por el régimen chavista a «Podemos», y hasta aquí podíamos llegar. No por la importancia de cifras y cantidades, sino por el lío que nos han instalado en la cabeza entre «La Tuerka», la beca de Errejón, las subvenciones a Tania, las cuentas de Monedero, los cheques del CEPS, las sospechas de COPEI y ahora, el premio a Luis Alegre. No quiero decir con esto que considere a Podemos una oscura organización que se nutre de dinero secreto. Podemos es simplemente, una víctima de la corrupción venezolana, que se ha acostumbrado a merendar gratis y al cabo de los años no le agrada en absoluto pagar el café y la ensaimada.
La mejor definición del «Pequeño Nicolás» se debe al talento de María Dolores Pradera, que además de una genial artista es un alarde continuo de la mejor ironía. Ha leído mucho, y se nota. Ha dicho la formidable María Dolores que el «Pequeño Nicolás» es un corruptor de mayores. Nadie se había apercibido de ello. En España persiguen, trincan y condenan –y hacen muy bien–, a los corruptores de menores, pero esa figura del niño que corrompe a los mayores no tenía cabida en nuestra imaginación. Les sucede lo mismo a los de Podemos. El Gobierno bolivariano, bien el de San Chávez, bien el del suave Maduro, se ha empeñado en llenar de sombras la acuarela de los incorruptibles. Como si Al Capone hubiese conseguido convencer a Elliot Ness enviando un ramo de flores a la señora Ness el día de su cumpleaños. Sumadas todas las cifras reconocidas y las que restan por confirmarse, el resultado no supera los veinte millones de euros, que no es dinero para repartir entre tantos, según las encuestas. Un sencillo ramo de flores a la señora Ness.
El problema de «Podemos» con el dinero iraní y venezolano está en la actitud más que en las cantidades. Una postura más flexible y una reducción en el tono de las amenazas y las descalificaciones les habrían ayudado a caer más simpáticos. Lo más importante, cuando hay flujos dinerarios de por medio, es la sinceridad. El gran empresario murciano Cirilo Cerezales, inventor del fresón dulce, acumuló una inconmensurable fortuna a lo largo de su vida. No obstante, a las primeras de cambio, pedía dinero a sus amigos. Pero sin caer en la falsedad. –¿Me das 10.000 pesetas para aumentar mi fortuna?–. Se dice que ganó más dinero con este método de indudable y honesta sinceridad que con el fresón dulce. Daba la cara, no mentía y caía bien.
Cifras y cifras. Cada día que pasa, los del círculo lila desayunan con un nuevo disgusto. No tenemos la culpa los demás. La responsabilidad es suya por haber ocultado las dádivas y canonjías iraníes y bolivarianas. En el mundo de la política, antes o después, todo termina por ser de dominio público. Y están quedando fatal. Imiten a don Cirilo Cerezales.
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