Restringido

Cofradía de majaderos

La Razón
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Vivimos un momento espléndido y lo abracadabrante es que nadie lo diga. A diferencia de lo que ocurrió durante la mitad del siglo pasado, no estamos bajo la amenaza del cataclismo nuclear, la Unión Soviética se ha desintegrado y ya no hay Guerra Fría. China, que podía haberse puesto violenta, ha optado por limitarse a conquistar el planeta atiborrándonos de quincalla, plástico y electrónica barata.

No hay colonialismo, el apartheid es un recuerdo sonrojante y si se exceptúa a los facinerosos islámicos, a los que EE UU, Rusia y Francia están intentando convertir en fosfatina, no hay muchos malandrines empeñados en amargarnos la existencia.

A los nostálgicos, que consumen las horas echando en falta un pasado dorado, sólo se me ocurre sugerirles que recuerden el daño que te hacían antes en el dentista, lo tibios que estaban los radiadores o cómo eran los «cuartos de baño» de las gasolineras en España. En las cuatro décadas escasas que llevamos de democracia, la esperanza de vida de los españoles ha aumentado en más de 10 años, ha desaparecido el analfabetismo, la renta per cápita se ha multiplicado por seis y el coche no es un «artefacto» de lujo, que dos tercios de la población veía pasar mientras paseaba por los arcenes. De teléfonos y esas cosas no les voy a hablar.

Pues frente a todas esas evidencias, aquí tiene cada día más socios la cofradía del majadero. Si a las elecciones de hoy concurriera un partido que enarbolara la esvástica nazi en sus mítines o manifestara la mínima simpatía por un régimen que eliminó en hornos crematorios a seis millones de personas, nos echaríamos las manos a la cabeza. Además de poner en duda la salud mental de sus dirigentes, nos movilizaríamos en bloque para exigir su ilegalización inmediata.

Ayer, en un viejo ejemplar de «National Geographic», encontré un cuadro dedicado al genocidio en el que detallaban que en la URSS de Stalin se asesinó a 20 millones de personas, que bajo el mandato de Mao ejecutaron a 30 millones de chinos y que los jemeres rojos eliminaron a 2 millones de camboyanos. Todos, a la sombra de la bandera roja con la hoz y el martillo y en aras del socialismo.

Pues hoy se presentan en España como candidatos y con posibilidades varios que reivindican todo eso, además de las tropelías de los Castro en Cuba y de los chavistas en Venezuela. Y encima, pastelean con el separatismo y los filoetarras. Grotesco.