M. Hernández Sánchez-Barba

Colonias inglesas en América

La restauración de los Estuardo en el proceso revolucionario inglés del siglo XVII –Carlos II (1660-1685) y Jacobo II (1685-1688)– debe considerarse un primer intento de surgimiento de una política colonial que nunca llegó a estar perfectamente clara, pero que queda señalada por dos instancias liberalizadoras por parte del Estado: otorgar posibilidades a la burguesía comercial de enriquecerse y ofrecer al puritanismo republicano una salida para instalar el ejercicio de sus propósitos religiosos de pureza vital y moral lejos de la metrópoli y del complicado panorama religioso que quedó en la Iglesia anglicana después de la revolución de Oliver Cromwell.

Existen fuertes cuestiones fronterizas con problemas religiosos, políticos y económicos. Uno de los rasgos más sustantivos fueron los derechos aduaneros que proporcionaron inmensos ingresos a la Corona. Se adoptó una nueva política sobre la emigración, restringiendo la salida de artesanos y obreros especializados. Imperó el concepto de denominar a las colonias «plantaciones» y ello promovió otro amplio negocio que fue el comercio de esclavos negros africanos. Los acicates para el crecimiento de la fuerza expansiva aumentaron de modo considerable en la burguesía del litoral y la participación de una serie de nobles arruinados que entendieron que las «plantaciones» podían ser un medio para reconstruir sus fortunas, promoviendo la fundación de nuevas colonias que añadir a la que, en tiempos de Elizabeth Tudor, se le puso el nombre de Virginia.

La reclamación de la familia Mason sobre una parte de Nueva Inglaterra produjo la aparición en 1679 de la colonia real de New Hamsphire; un grupo de ocho personajes políticos recibió la concesión de toda América septentrional entre los paralelos 31º y 36º Latitud Norte. Esta inmensa propiedad recibió el nombre de Carolina y uno de sus principales guías fue Sir John Colleton, rico propietario de Barbados. Deseaba disponer de un territorio para descongestionar de población la isla de asentamiento. El político Anthony Ashley Cooper escribió en colaboración con John Locke la «Fundamental Constitution of Carolina», documento en el que se propugna un sistema feudal para la colonia, cuyo centro urbano fue Charleston (1670). Carolina tuvo un activo con el comercio de pieles, pero pronto su comercio tuvo una relación muy fuerte con las Antillas, en especial con Barbados.

En la zona norteña de Carolina, cuyos primeros pobladores fueron aventureros de Nueva Inglaterra o inmigrantes de Virginia, cristalizó un sistema más democrático y más relacionado con el comercio que con la agricultura de plantación. El rey Carlos II concedió a su hermano, el duque de York, una extensa posesión conocida con el nombre de la «Concesión del Duque de York», que comprendía el territorio entre los ríos Connecticut y Delaware. Nueva Amsterdam, pujante colonia holandesa, fue conquistada por los ingleses, rebautizándola con el nombre de Nueva York, otro enclave de extenso dominio del duque de York encargado al gobernador Richard Nicolls.

En 1603 Thomas Donogan, gobernador del duque de York, convocó la primera asamblea representativa, convencido de la imposibilidad de un buen gobierno en tan extensa propiedad. A partir de 1664 hicieron una serie de concesiones territoriales; a dos propietarios de Carolina, John Berkeley y George Carteret, se les cedió el dominio de las tierras entre los ríos Hudson y Delaware, del cual se originó la colonia de New Jersey. Los nuevos propietarios promulgaron las «Concesiones y Convenios de los propietarios de New Jersey», garantizando la libertad de conciencias, el libre acceso a la propiedad de la tierra y la constitución de una asamblea de colonos.

Otro caso lo representa la fundación de Pennsylvania, posible por el tesón de William Penn, hijo del almirante inglés que conquistó Jamaica. Penn acogió a una Sociedad de Amigos fundada por George Fox en Inglaterra durante los primeros años de la Restauración; se trató de una singular asociación religiosa en la que cada uno de sus componentes era su propio sacerdote y director de conciencia: la secta de los cuáqueros, que fue muy perseguida y emigraron a las colonias. William Penn, convertido al cuaquerismo, les acogió en 1667 proporcionándoles una parte del extenso dominio territorial del duque de York, al cual se le dio el nombre de Pennsylvania. El rey Carlos II les otorgó una Carta de provincia, según el modelo de Maryland. En 1681 comenzó la colonización; se fundó Philadelphia y Penn denominó la colonización con el nombre de «Santo Experimento», cuyo fundamento fue la libertad religiosa. Cuando la «Gloriosa Revolución» derribó a Jacobo II (1688), Pennsylvania pasó a ser provincia real, bajo el gobierno del gobernador de Nueva York y se restablecieron los derechos de los propietarios, con un gobernador asistido por un consejo nombrado por los propietarios y confirmado por el rey. De los tres «condados bajos» comprados por Penn al duque de York, surgió, más adelante, el Estado de Delaware.