Enrique Miguel Rodríguez
Comenzó la locura suprema
Es la única forma que se me ocurre para calificar la salmodia y el grito final de la presidenta del Parlamento catalán. La figura que tiene que buscar los acuerdos, la imparcialidad, que representa a todo los catalanes. Como presidenta de todos los representantes elegidos por el pueblo, en su primera intervención, cierra con un «¡Viva la república catalana!», saltándose la legalidad, insultando a una buena parte del hemiciclo que no ha votado tal cosa y, sobre todo, desde un puesto que es parte de todo el Estado español, vitoreando algo que no existe –no me atrevo a decir que nunca existirá, pues al compás que marchamos cualquier cosa es posible–. ¡Qué comienzo tan doloroso!, ¿cuánto tendremos que soportar sin que pase nada?
No ganamos para calmantes. El candidato del PSOE se empeña en volver a una especie de «qué tiempo tan feliz» y no al bueno de María Teresa Campos, al del mismísimo Zapatero. El PSOE ha gobernado este país más de veinte años y ha dejado tranquilo el valle de los caídos y la tumba de Franco, salvo algunas invocaciones de José Luis Rodríguez. ¿A qué viene ahora corregir lo que su propio partido no quiso hacer? El ataque laicista agudo que presenta el parte médico de Pedro Sanchez debe tener muy contenta a su «amiguísima» Susana Díaz, no solamente porque ella es hasta «capillita», es que además conoce de sobra que muchísimos andaluces mueren por una procesión y que, por tanto, es de lelos molestar a los votantes del principal semillero de votos del reino, sobre todo del partido socialista.
En «Espejo Público» se hizo ayer una entrevista con el padre de Juan Carlos Monedero. Este buen hombre suspira por la tranquilidad que daban los gobernadores civiles, y de seguir tirándole de la lengua hubiese terminado afirmando que para desfiles, los de la victoria. Terminó su enrevesado parlamento asegurando que su hijos y compañía lo que pretenden es el cambio. En los 38 años que llevamos de democracia, todos los partidos que han estado en la oposición han pedido obtener una mayoría para poder hacer un cambio. El más famoso, porque fue el eslogan principal y el primero en pedirlo, fue el PSOE de Felipe González, así que a estas alturas de la historia el cambio prometido no ofrece muchas garantías.
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