Alfonso Ussía
Confusión «confusional»
Los médicos han exculpado la presencia del dirigente minero Fernández Villa a una comparecencia pública por estimar que el hombre padece un «cuadro confusional». No se acepta en nuestro idioma semejante «confusionalismo». Aquí se alarga todo para concederle mayor importancia al asunto. Una prolongación analfabeta. Se «culpabiliza» y no se culpa o inculpa. El que antaño se dedicaba a influir, ahora se contenta con «influenciar». En poco tiempo, los imputados serán «imputacionados», los procesados «procesalizados» y los condenados «condenalizados». Ya leo la noticia: «Han ingresalizado en prisión los condenalizados en la última redada por practicalizar la corrupción».
El «cuadro confusional» que ha permitido al antiguo dirigente de Soma-UGT Fernández Villa prolongar su silencio y no explicar el origen de su sospechosa riqueza personal, puede ser, a lo sumo, un «cuadro confuso», o un «cuadro de confusión». Es decir, una esporádica o pasajera ensaimada mental que le impide reconocer públicamente sus benéficos –para él– tejemanejes dinerarios. Con independencia del mal uso del idioma, la disculpa de Fernández Villa puede establecer un precedente nefasto en estos tiempos tan dados a las apropiaciones indebidas. Porque el mismo derecho tiene Fernández Villa a experimentar un «cuadro confusional» que Bárcenas, Granados, Fraile, los del ERE en Andalucía y la familia Pujol. Los jueces, lógicamente, alarmados. -Señor Pujol, ¿usted?... –Lo siento, no puedo responderle porque tengo un «cuadro confusional». –Señora Ferrusola de Pujol, ¿no es menos cierto...? –No insista, señoría. Mi «cuadro confusional» me impide responder a su pregunta–. Y lo mismo Jordi, Oleguer, Oriol y el resto de los hermanos Pujol Ferrusola. Gran hallazgo para los corruptos. El «cuadro confusional».
Para mí, que soy un modesto observador de la vida y sus circunstancias, un cuadro confuso, que no «confusional» es, por ejemplo, un cuadro de Tapies. Cualquier cuadro de Tapies exceptuando el del Calcetín, que no es confuso ni «confusional» porque representa con plena nitidez lo que su autor se propuso. Un calcetín sucio pegado a una superficie previamente pintada con mediterránea dejadez. Una bobada «propusional» por la que ingresó unos cuantos millones provenientes de algún tonto proclive al éxtasis de lo establecido y obligado por el mercado del arte. Lo explicaba con toda naturalidad un ilustrado embajador de Italia, poseedor de una importante colección artística: «La ventaja que tiene un cuadro de Tapies sobre los demás es que puede llamarse “Atardecer de los sueños” lo mismo que “Jarrón con flores invisibles” cuando no “ Recuerdo de mi infancia”, porque nadie se atreve a preguntarlo».
Nada sucede si el «cuadro confusional» es efímero o temporal. Pero si la confusión, o como en el presente caso, la «confusionalidad» se ancla en los fondos cerebrales con contundencia y se mantiene por un tiempo en exceso prolongado, puede llevar al paciente a un «cuadro chifladuracional» de muy complicada curación. Ahí tenemos a Mas, que va a terminar como un grillo, si no lo está ya. Reparen en la ola de su tupé, cada día que pasa más desencuadernada.
Ahora que parece interesar tanto si Isabel Pantoja entra o no en prisión a cumplir su condena por dos años, conviene recordar que tiene el mismo derecho que Fernández Villa de pasar por un «cuadro confusional». –No me llamo Isabel Pantoja. Soy Celia Gámez–. Y a ver quién es el guapo que mete a Celia Gámez en la cárcel. Vaya lío.
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