José Luis Alvite
Cuestión de sobres
Algo se ha podrido en la sociedad española cuando haber estado en la cárcel no es motivo de deshonor y puede resultar incluso más rentable que el botín conseguido por el atraco que te haya llevado a prisión, lo que explicaría que muchos reos desconfíen de que sea demasiado eficaz el abogado defensor y se aferran a la esperanza de que se salga con la suya el fiscal. Habría que estudiar a fondo el fenómeno sociológico que eso representa y peguntarnos si será cierto que quienes de verdad sufren las restricciones de la cárcel son los abnegados funcionarios de prisiones. Se ha perdido la vergüenza que suponía una condena judicial y muchos personajes mediocres ven crecer su fama en el momento de ingresar en el correspondiente módulo penitenciario, donde acumularán chascarrillos y anécdotas suficientes para conseguir un éxito editorial con el libro que publicarán a los pocos días de ser excarcelados. La prisión es el destino con el que sueñan miles de españoles para librarse de las horribles privaciones de todo tipo que les impone su ominosa vida en libertad, del mismo modo que me consta que hay mendigos que temen perder su estatus económico por culpa de que les salga un empleo, justo lo que ocurre con muchas prostitutas que asisten aterrorizadas a las campañas feministas para redimirlas porque saben que la dignidad sin dinero tranquiliza mucho el alma, pero pudre las muelas. Esas cosas parece que son contrasentidos y sin embargo ocurren, como me sucedía a mí cuando por culpa de salir del agua en la playa tenía la surrealista desgracia de acatarrarme. Me pregunto si mi decencia profesional podría ser algún día un obstáculo para mi carrera. Algo habré hecho mal para que nadie me haya tentado jamás con un sobre. La única vez que alguien quiso tentarme, fue un tipo que empuñaba una pistola y me preguntó qué tal me sentarían los pantalones con los huevos en la mano.
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