Cataluña

Dalí

Coincidiendo con el centenario del pintor Salvador Dalí, Artur Mas declaró que Cataluña necesitaba no sólo homenajear a sus hijos ilustres, sino aprovechar estas celebraciones desde el punto de vista de una exaltación patriótica. Palabras altisonantes que escondían la nula empatía que el nacionalismo, por entonces muy moderado, sentía por el pintor ampurdanés. Tanto Dalí como Pla siempre fueron un incordio para los nacionalistas y todavía más para Mas. Ambos fueron intelectuales difícilmente asimilables, incluso después de muertos. Entre los actos organizados en 2004, el profesor Yvars dirigió un congreso internacional en Figueras sobre el pintor, en el que subrayó que Dalí era un catalán universal, español universal y un personaje irrepetible. Ahí reside el «defecto Dalí»: su españolidad, a pachas con su catalanidad manifiesta. Un hecho que resulta obvio resaltar, pero que saca de quicio a cualquier nacionalista catalán. Al parecer, resulta imposible borrar esa «mancha» española del currículum del pintor surrealista, pese a los intentos de Pujol, en 1982, cuando se organizó la primera antológica sobre Dalí en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, con colas kilométricas, de colaborar desde la Consejería de Cultura de la Generalitat. Eran otros tiempos. ¿Cómo reivindicar su catalanidad, que Dalí llevaba por bandera por todo el mundo, mostrándose con alpargatas y barretina a la menor ocasión, si además se sentía y manifestaba español? Es curioso que el día 2, cuando se clausure la exposición del año en Madrid, la más visitada de la historia de los museos madrileños, nadie haya reparado en la llamativa ausencia de los máximos dirigentes de la Generalidad catalana en la inauguración. ¿Alguien recuerda que Mas la haya visitado para apropiarse patrióticamente del pintor ampurdanés fotografiándose delante del cuadro «La persistencia de la memoria»? Ni siquiera para pedirle a Rajoy que le indemnice por apropiarse de esta rara avis catalana en peligro de extinción.