Ministerio de Justicia
Dar justicia
Ha sido noticia cicateramente valorada que en última instancia se ha reconocido a una anciana sin recursos el derecho a cobrar una deuda bancaria de poco más de cien mil euros. No se trataba de un pleito para sesudos jurisperitos, pero ha tardado 23 años en solventarse, satisfaciendo a la señora a las puertas del más allá. Para San Agustín «justicia es dar a cada uno lo suyo» y el gran intelectual del primer milenio cristiano denotaba que carecía de reloj, porque una justicia tardía no es tal. Nada extraño entre nosotros ya que dilucidar entre España y cortes internacionales si la «Barcelona Traction» era canadiense o belga duró tantas décadas que entre ellas cupo la Monarquía, la República y nuestra última guerra civil. Hoy día se abren juicios que han de ser archivados porque demandante y demandado ya se han muerto, y los testigos de las partes yacen en la huesa. Circular por los pasillos de la antigua Audiencia Nacional era un ejercicio melancólico entre miríadas de legajos amarillentos y empolvados de procesos de nunca jamás y sin memoria. Me ilustraba el entonces juez Baltasar Garzón que la informatización de la administración de Justicia se estaba llevando a cabo con sistemas distintos e incompatibles según qué autonomía, y, a la postre, tenían que enviar las rogatorias por correo o mensajería. Esta execrable lentitud judicial que padecemos sin esperanza dobla y supera la pena de banquillo, ya que la presunción de inocencia sólo consiste en otro buenismo de los que adoquinan el infierno, y en el prolongadísimo espacio que media entre la indagación y la sentencia firme cabe un linchamiento social del que nadie sale reivindicado. Este Gobierno, que todo lo hace arteramente mal, acortó los sumarios interminables, aunque el atasco acumulado está en un cuello de botella que se resolverá en Armagedón, batalla postrera entre el Bien y el Mal. A Bárcenas se le juzgará «ad calendas graecas» para quebranto del PP, y los ERE y los cursos de formación del régimen andaluz serán vistos en el valle de Josafat, mientras el PSOE pone sordina. Esta morosidad judicial alimenta la corrupción por prescripción de delitos, y la lacra transversal no tiene más cortafuegos que los juicios rápidos y el cumplimiento sin beneficios penitenciarios cuando no se devuelve el dinero. Creer en la Justicia es como reverenciar a la Renfe : si los trenes llegan a su hora, bien, y si no será un servicio que no funciona.
✕
Accede a tu cuenta para comentar