Julián Redondo
De ángel a demonio
Hubo un tiempo en que el Real Madrid galáctico ganaba los partidos con Casillas y Ronaldo. El portero despejaba balones imposibles e infranqueable en el mano a mano sorprenderle era más difícil que pillar a Fantomas en un renuncio. Después de ser elegido en enero de 2013 mejor portero del mundo por quinta vez, Mourinho dejó de creer en él; primero le pareció que no se entrenaba con rigor y luego le condenó a la suplencia porque tomó la iniciativa de aclarar el ambiente de la Selección y sin mencionarle le nombró topo oficial. La pérdida de la titularidad, el ocaso inducido y la inquina de una parte del madridismo han hecho el resto. Ha perdido confianza en sí mismo y esa inseguridad le supera, como el pelotazo de Kucka. Se precipitó al inclinarse a la derecha y el gallo se escuchó en Bratislava, aunque el partido era en Zilina. El paradón del minuto 11 fue oscurecido por la cantada del 17.
El imprevisto sembró dudas en la Selección, por momentos a merced de los mohicanos, cuyas crestas reinaban. Y cuando Iniesta, Silva y Cesc afinaron una pizca, apareció Kozakic, cual Casillas en sus mejores tiempos. Sacó manos milagrosas y dejó por sexto partido consecutivo a Diego Costa con el marcador a cero. Se pegó con Skrtel, Durica, Kucka... atacó, defendió, combinó y remató, pero el gol se le sigue negando con España. No está bendecido como Alcácer, que salió y besó el santo. El empate duró cinco minutos; con dos defensas, Vicente del Bosque quemó las naves y La Roja se chamuscó. Contragolpe eslovaco, Cazorla intentando el cierre y 2-1 en el marcador. La derrota no es un drama, pero va a escocer porque perder, merecidamente o no, ya se está convirtiendo en costumbre.
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