Restringido

De crisis y medios militares

Ángel Tafala

Quizás Gibraltar sea algo más que el orgullo nacional herido al tener en nuestro territorio la última colonia europea. Al menos para mí, Gibraltar es como un cáncer que extiende su negativa influencia sobre toda la gran área que va de Algeciras a Málaga impidiendo el desarrollo económico propio de su privilegiada ubicación geográfica. Los británicos han dado a una entidad equivalente a un ayuntamiento español una capacidad administrativa plena, pero, eso sí, reservándose el gobierno de Su graciosa majestad la defensa y las relaciones exteriores, conceptos estos que naturalmente sólo tienen sentido cuando se aplican a España. Este «ayuntamiento» gibraltareño en esteroides, al contar con la impunidad de la protección militar britanica no es de extrañar que se haya dedicado a parasitar la contigua zona española. Es decir, a sacar un rendimiento desorbitado de su pequeña geografía. Los diferentes gobiernos españoles no han sido capaces de establecer una estrategia, un relato –una idea maestra–, opuesta a la anterior como pudiera ser la de que a los gibraltareños les va a costar dinero –mucho dinero– continuar siendo británicos. Es lógico pues que prefieran seguir como hasta ahora. Éste es –al menos a mi juicio– el escenario general y habitual en el que, de repente, el Sr. Picardo decide fondear unos bloques de hormigón antipesca en unas aguas disputadas de la bahía de Algeciras dando inicio así a una crisis que todavía continua a día de hoy. La gota que colma el vaso lleno de la indignación española.

Nuestro Gobierno reaccionó inicialmente con contramedidas de carácter económico, es decir, de la misma naturaleza que los daños ocasionados. Controles legales en la frontera y amenazas con imponer una cuota de tránsito precisamente para indemnizar a los pescadores perjudicados. Sin embargo, por parte britanica, se introduce en la crisis un factor de naturaleza militar. La visita de la fragata «Westminster» y dos buques de la flota auxiliar a Gibraltar, mientras el grueso de la agrupación a la que pertenecen atraca en la base española y OTAN de Rota. El mensaje de reafirmación de la soberanía britanica que esto entraña va destinado claramente a la opinión pública gibraltareña. Por lo tanto, el que haya sido coincidencia o no, o el que las maniobras generales estuvieran previstas hace tiempo, es irrelevante al mensaje asociado a esta visita. Pero no sólo los gibraltareños son capaces de leer este tipo de mensajes; creo que la opinión pública española podría llegar a sacar otra conclusión de este enseñar el pabellón: que es una desconsideración rayana en el desprecio a nuestros sentimientos por parte de una nación aliada en la UE y en la OTAN. Y no me refiero a la visita en sí, pues es natural que existiendo en Gibraltar una estación naval britanica, sea utilizada por los buques de la Royal Navy. Me refiero al momento de la visita, en plena crisis por lo que pudiéramos calificar como desafío gibraltareño. Aunque es evidente que nuestro Gobierno no ha pretendido escalar –equivalente a agravar en jerga especializada– la crisis, sino tan sólo responder equilibradamente en el terreno económico, si la evolución de la opinión pública nacional se produce en el sentido señalado puede ser que tenga que reaccionar con medios militares, siendo los navales especialmente idóneos para este tipo de acaecimientos.

El que se utilicen buques y aeronaves militares para mandar mensajes –como hacen los británicos– no es sinónimo de que se planee alguna acción ofensiva con armamento, aunque el derecho de autodefensa está bien establecido en el Derecho Internacional por si la otra parte llegara a perder el control. En las crisis marítimas que hemos tenido, como la del fletán con Canadá o protegiendo a nuestros pescadores en aguas del Sáhara durantes largos años, nunca se llegó a emplear el armamento ni a producir bajas. Asimismo, mientras escribo estas líneas, la Marina china mantiene operaciones de crisis que afectan a Japón, Filipinas y Vietnam –entre otros– sin que nadie haya abierto fuego.

Los buque de la Armada con sus acciones, o simplemente navegando por diferentes zonas, pueden reforzar reivindicaciones diplomáticas, ejercer jurisdicción legal o medioambiental en particular y son especialmente aptos para mandar el mensaje de que la firmeza no es exclusiva de nadie en defensa de nuestra legitimidad. Estoy seguro de que no sólo los británicos, sino toda la comunidad internacional, y especialmente nuestros aliados comunes, sabrán interpretar la resolución que acompaña a los buques de guerra.

Personalmente, respeto profundamente la dirección política de ésta, como de cualquier otra crisis, que un Gobierno legítimo como el nuestro pueda ejercer. Ésta será probablemente la primera ocasión en que el nuevo departamento de Seguridad Nacional, con el Sr. Senillosa al frente, tenga ocasión de demostrar su eficacia. Por lo tanto, no digo que se tengan que tomar medidas de naturaleza militar en la presente crisis, sino simplemente que se pueden tomar porque los medios están disponibles.