Terrorismo

De héroes y tumbas

La Razón
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La tarde en que escribiste tu primer artículo elogioso sobre la policía te descubriste palpándote la cara, no sea que te hubieras despertado de la siesta en el cuerpo de otro y todavía no te hubieras enterado. Con el tiempo asumí que la primera obligación de la vida es mantenerse alejada de la muerte, y que esta es reactiva al cambio. Cuando alguien alardea de mantener unas posiciones inmutables desde hace siglos es que está muerto y no lo sabe. Fosilizado como un trilobite en la vitrina de un museo. Ni siquiera invariable como las montañas, que suben y bajan al compás de las fuerzas tectónicas y el martillo combinado del sol, el viento y la lluvia. Lo de gritar mucha policía, poca diversión, en plan Escorbuto, tiene su aquel en la adolescencia. Aunque servidor nunca cultivó un pensamiento ácrata, jamás simpaticé con aquel punk de chapela y, desde luego, siempre destesté el uso de la letra K como interina rebelde de la C burguesa, toca reconocer que en aquella España seguían vigentes los tópicos de una Benemérita que ordenaba el miedo con sólo aparecer en lontananza. Pero el terrorismo, muerto a muerto, bala a bala, masacre a masacre, dejó las cosas claras y a cada cual en su sitio. O estabas y estás con las víctimas y con quienes las protegen, a menudo los mismos, tal y como prueba la terrible lista de bajas entre las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a manos de los pistoleros, o jaleabas por activa o pasiva a los psicópatas. Heraldos de la destrucción. Sepultureros mayores de la siempre frágil libertad y sus heroicos funcionarios. De ahí que me emocione ante la noticia de que han inaugurado en León una exposición de homenaje a la Guardia Civil. Una pedagogía muy necesaria, casi imprescindible, en tiempos de populismo electoralista y toquecitos siniestros entre no pocos políticos y medios de comunicación y los antaño psicópatas al servicio de una Euskadi norcoreana. Cada vez que Otegui y asociados asomen su hocico en televisión, empeñados en presentar al líder Pol Pot como una suerte de Mandela folklórico, habría que abrir una expo similar en todas las ciudades de España. Por si todavía queda algún imbécil incapaz de distinguir entre mártires y verdugos, demócratas y nazis.