Cristina López Schlichting

De polémicas y autobuses

La Razón
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No voy a decir que me haya encantado el autobús de Hazte Oír, es demasiado obvio que intentaba provocar y si algo sobra en España es provocación. Pero tampoco acabo de entender que se cargue la caballería contra los del autobús ¿o es que se va a multar de verdad a la gente que diga que los chicos tienen pene y son chicos para siempre? ¿Está prohibido decir eso en público? Flaco favor a la libertad de expresión.

Más que un país parecemos un ring. Me gustaría proponer aquí algo totalmente diferente, un debate al que los medios no han dedicado ni un solo minuto. La pasada semana, en el Senado, se citaron a puertas abiertas Ramón Jaúregui del PSOE, Pablo Casado del PP y Juan Carlos Girauta de Ciudadanos. Fueron convocados por mi colega de COPE, Fernando de Haro y por la senadora Cristina Ayala en torno a la importancia de tender puentes, a partir del libro «La belleza desarmada», de Julián Carrón. A la cita había sido invitado Podemos y no asistió. Les aseguro que resultó reconfortante escuchar a los tres rivales políticos.

Jaúregui comenzó explicando: «La aceptación del otro exige, en primer lugar, reconocerlo, para después respetarlo. No está en la cultura española el reconocimiento del otro» y señaló como ejemplo el pacto alcanzado en Alemania entre la señora Merkel y los socialistas. Recordó el trabajo de los padres constitucionales y lamentó que hubiese actualmente media docena de asuntos graves (entre ellos pensiones, Cataluña o educación) pendientes de acuerdos que no parece que seamos capaces de alcanzar.

Pablo Casado recogió el testigo y la frase de Voltaire: «Lucharé incansablemente para que tú puedas defender tus ideas» e instó a explicar, en especial a los jóvenes, que la democracia no puede darse por supuesta y que «puede que no esté siempre ahí». Finalmente Girauta, asintiendo, subrayó que «el ser humano es social, sin el otro enloquecemos» y recalcó que Robinson Crusoe es una ficción imposible. Fue desgranando su experiencia en la negociación fallida con el PSOE y la que posteriormente ha llevado al PP al Gobierno y reconoció con humor: «Debo ser un pésimo negociante, porque mis adversarios políticos han sabido convencerme de varias cosas». Citó con agradecimiento a José Enrique Serrano (PSOE) y Fátima Báñez (PP).

Eché de menos la presencia de las cámaras en el hemiciclo. A los presentes nos quedó la sensación de que el debate habría servido al gran público. Porque puso de relieve que el otro, que muchas veces tiene ideas diferentes a las tuyas, es un bien. Que el diálogo es la posibilidad de comprenderte mejor a ti mismo, de aprender de los demás e incluso de reconocer deseos comunes. ¿Acaso un transexual no busca tan intensamente la felicidad como un católico? ¿Acaso no sufren ambos? ¿No buscan la verdad y el camino los dos? Es impresionante que la polémica oculte la sorpresa por esta necesidad común.