Cristina López Schlichting

De relojes

Líbreme Dios del líder. El «leader» es mucho más que un jefe: es caudillo, guía, gurú. Hay inocentes que se quejan de los políticos sin ideología, y no saben que invocan así el fantasma de los redentores y creadores de paraísos terrenales. La URSS o la Alemania nazi estuvieron llenas de santones. Pol Pot, Mao, Che, soñaban cielos y alumbraron avernos. Porque, claro, el que «crea» se sitúa tan alto, que se otorga la potestad previa de destruir. Y resulta que, al final, es la única cosa en que destaca. Los utopistas, vistos de lejos, hacen cosas muy graciosas, si no resultasen trágicas. En la Revolución Francesa los meses cambiaron de nombre y los años de numeración. La censura franquista prohibió la Caperucita «roja» o la ensaladilla «rusa», que se hicieron caperucita azul y ensaladilla nacional. Los que están ahora en esto son los bolivarianos. Crean ministerios de la Felicidad, dan culto a momias eternas, prometen redenciones. En los detalles pequeños también resultan convenientemente ridículos. Evo Morales ha ordenado que las manecillas de los relojes oficiales giren en sentido contrario, para diferenciarse de los usos del hemisferio norte, explotador y capitalista. La una se sitúa así a la izquierda de las doce; las tres, a menos cuarto; las cinco, a menos veinticinco; las nueve, a y cuarto. El ministro de Asuntos Exteriores de Bolivia (siempre hay un pelota) ha explicado que «como estamos en el sur, los relojes han de girar a la izquierda». De nada ha servido que los físicos expliquen que la tierra gira en sentido horario y que lo del reloj no tiene nada que ver con las ideologías. Tampoco las aclaraciones de la historiadora Patricia Montano, relativas a que los aimara no medían el tiempo en horas, y que no se pueden esgrimir razones indigenistas para este cambio. En general, a los líderes el sentido común se la trae floja. Así que el frontis de la Asamblea Legislativa Plurinacional, en la plaza de Murillo, de la ciudad de La Paz, luce ahora un reloj que va al revés y está volviendo loco a todo el mundo. También se han hecho copias de bolsillo, que los invitados a la reciente cumbre del G-7 en Santa Cruz han recibido como obsequio. Dicen que los chinos escrutaban los aparatos con una sonrisa hermética y miraban a sus interlocutores en silencio. Me imagino lo que pensaban estos seres milenarios. Algún día, cuando Bolivia y demás vuelvan a la cordura, estos relojes irán a los museos, y Morales o Chávez engrosará una lista en la que están ya el faraón Akenatón, Calígula o Bokassa.