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De turismo a La Moncloa

La Razón
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Cuando alguien se dedica a la actividad política representando unas ideas y tiene la oportunidad de hacerlo desde una institución, experimenta unas sensaciones que son resultado de la responsabilidad que recae sobre él al saber que encarna los anhelos e intereses de una parte de la sociedad. Los que hemos vivido en primera persona esos sentimientos, también hemos observado las actitudes de otros que han pasado por idéntica vivencia.

Existen, al menos, dos categorías de comportamiento bien diferenciadas. Una de ellas, la más común, es aquélla en la que se entremezcla una sensación de orgullo, de solemnidad y de respeto. En ella se siente que se forma parte de un órgano cargado de historia, de liturgia y de simbolismo democrático. Los que forman parte de esta categoría se saben deudores de la confianza que han depositado en ellos muchas personas y, por eso, se disponen a dar lo mejor de sí mismos con generosidad y con convicción.

La segunda categoría, menos frecuente, se caracteriza por la no identificación con la institución en cuestión. El comportamiento habitual se puede graduar desde intentar pasar desapercibido sin que su presencia trascienda hasta llegar en muchos casos al no reconocimiento de la institución, es decir, tienen presencia en ella, intentan obtener protagonismo político y mediático, pero después la niegan.

Sin embargo, la que me ha sorprendido y me ha llevado a escribir estas líneas es la actitud que han mantenido algunos dirigentes políticos en su cita con el presidente del Gobierno en el Palacio de la Moncloa. En efecto, se trata de una tercera categoría, una posición intermedia. Se hacen múltiples fotografías durante la visita reconociendo la importancia de la institución, pero sin identificarse con ella.

Los líderes de Podemos escenificaron lo que realmente subyace en su pensamiento. Colgaron en las redes sociales instantáneas con los diferentes momentos antes, durante y después de la reunión. El sr. Iglesias en el coche, con un rótulo de tráfico en el que se visualizaba hacia dónde se dirigía a través de la ventanilla. El sr. Íñigo Errejón y la sra. Irene Montero recorriendo las salas del Palacio de la Moncloa y recibiendo información guiada sobre los cuadros y fotografías que lucen en las paredes. Minutos después, en una sala de espera, haciendo tiempo antes de la comparecencia de prensa de su líder, para terminar con las fotografías del sr. Iglesias entregando el «Juan de Mairena» al presidente del Gobierno con dedicatoria incluida.

La actitud es sólo comparable con la de un turista que alcanza un destino, al que llega en un acto de reconocimiento, de indudable atractivo e interés, pero con el que no se identifica, sabe que está de paso y lo que le importa es dejar pruebas de que estuvo allí, para recordar la visita con los amigos.

El turista no se siente responsable de nada de lo que sucede en el lugar visitado, le encanta recorrerlo, pero no se plantea desde luego habitar allí.

Sin duda, la visita ha sido una manera de comprobar lo que el relato de victimismo y de rechazo del sistema, en algunos extremos, que declara Podemos, en realidad pone de manifiesto un déficit en madurez política.

En el mismo sentido ha actuado el candidato de IU, el sr. Garzón, cuyo equipo de comunicación ha difundido una fotografía de su rueda de prensa, trucando el fondo y poniendo en su lugar la bandera republicana, haciendo un llamamiento a la imaginación del que la ve, invitándole a imaginarse España con un presidente republicano.

Sinceramente, después de haber conocido a muchas personas en el ejercicio de la política, de haber discrepado con muchos y sintonizado con otros tantos, hay algo que se escapaba de mi cálculo y es el paso por la política como un turista.

Si algo es la política es compromiso y capacidad para implicarse en el intento de resolver los problemas que tiene una sociedad. Los nacionalismos nos han llevado a una situación muy complicada en Cataluña, de intento de ruptura con trescientos años de historia compartida, por un lado, y de otro, de achicar la idea de España y de dar uniformidad a lo que no la tiene. Lo que hace falta son menos turistas y más compromiso y sentido común por parte de todos.