Julián Redondo
Del dicho al hecho
Finalizado el culebrón de la aprobación del real decreto para la venta centralizada de los derechos de TV –¿habrá influido la inmediatez de las elecciones?–, las previsiones económicas del fútbol español, aún lejos del inglés, son antológicas, pues con el papelito en la mano y la bendición del Gobierno va a duplicar los ingresos. O eso es lo previsto. El salto es vertiginoso al pasar de 755 millones a 1.500... Probablemente. A partir de 2016 esa diferencia de 7 a 1 en los percibos que separa a los dos primeros de los últimos de la fila, se va a reducir de inmediato de 4,5 a 1 y después de un año, de 3,5 a 1. El operador nacional que adquiera los derechos tendrá que pagar en torno a los 1.000/1.100 millones, y el internacional, entre 400 y 500. El deseo es que sólo haya un litigador en cada escenario, pero no se descartan alianzas para hacer frente al magro desembolso. Clubes como el Elche, el Racing, el Recreativo, el Murcia y el Albacete cogen aire porque ya tienen un aval que enseñar a los bancos para obtener el crédito que les permita evitar la quiebra técnica y el descenso administrativo. Todos van a cobrar más y ni el Madrid ni el Barça perderán poder adquisitivo: mantendrán el caché. Ya sólo falta el mirlo blanco, el operador que ponga sobre la mesa esa pasta gansa o las garantías suficientes para televisar el espectáculo más productivo de este país y que, sin embargo, no termina de abandonar su estado ruinoso. Deudas por más de 3.000 millones con bancos, Hacienda y Seguridad Social. Clubes con más trampas que una película de indios, o de extraterrestres, que es lo que se lleva ahora. Pero la ilusión futbolística, por las nubes. Dicho está, y firmado, el hecho es que aún falta el operador. Que no se demore.
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