Alfonso Ussía

Del morreo al sillón

La Razón
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Iglesias no se ha enterado todavía del resultado de las elecciones. Negocia, amaña y enreda para que su ardiente Doménech sea el presidente del Congreso de los Diputados. Me pongo en Kenya inmediatamente para los olvidadizos. Doménech es el del morreo. Compartió con Iglesias, ante todos los diputados, un largo y sentido beso en los labios. Algo tuvo que sentir Pablo Iglesias para que hoy centre sus esfuerzos en sentarlo en el sillón presidencial de la Cámara Baja. Quizá, lo que escribió el poeta: «La tórrida quemazón del ósculo en los dulces labios de la gente llana». Porque el morreo fue extraordinario. Para mí, ahora que recupero la imagen del hociqueo, que Doménech besa mejor que Iglesias. Hay menos tirantez en Doménech que en nuestro líder universal, más naturalidad, mayor donosura. Y se entiende. Iglesias tenía a dos metros hemiciclo arriba a Irene Montero, y a tres metros, a Tania Sánchez. Doménech se mostró más desinhibido, y sus labios habitaron los de Iglesias con una calidez superior. Pero es necesario algo más que besar bien para ocupar la presidencia del Congreso. Más escaños, más votos y más apoyo ciudadano. Si por besar bien se puede alcanzar tan alta representación institucional, por ahí tienen en Los Ángeles de California –no confundir con los Ángeles de San Rafael–, a Penélope Cruz, que besa aún mejor que Doménech desde que abandonó Alcobendas en beneficio de Hollywood. No hay color entre uno y otra. Lo malo es que no es diputada, y que no podremos oír su preciosa voz de grajilla advirtiéndole a Rajoy: «En nombre de mi marido, de mis hijos, de mi servicio doméstico y de mi suegra, le retiro la palabra. ¡Pedrooo!».

Y Ciudadanos que tiene aún menos escaños que Podemos, pretende despistar. A cambio de la abstención favorable a Rajoy desea que Pachi López repita presidencia. Estimo que ya ha demostrado en la brevísima Legislatura anterior, que no está preparado para ello. Pachi López es un caso aparte. Aborrece al PP y lo ha sido todo gracias al PP, incluyendo en el todo la presidencia del Gobierno vasco. Todo lo que Revilla le debe al PSOE, Pachi López se lo adeuda al PP, y ha vestido su ingratitud de vistoso desafecto. Es muy español sentir gato por quienes te ayudan. Y no debe ser mala compañía para tomar unos chacolís –o chacolíes–, y contar chistes de vascos buscadores de setas. Pero tampoco es suficiente. Ni Doménech por sus besos y pocos escaños, ni López por sus chistes e ingratitudes, merecen tan deseado sillón de acariciantes torturas. Porque aquel que sufre en su trasero la desazón que el sillón presidencial procura, no desea otra cosa que seguir padeciendo la desazón.

Doménech aventaja a López en la calidad de sus besos, y López a Doménech en su amplia experiencia. Tres meses son muchos meses. En el aspecto protocolario, Doménech sería más adecuado que López. Besaría a los visitantes oficiales, y éstos se llevarían a sus países «la tórrida quemazón del ósculo en los dulces labios de la gente llana», que como ya escribí previamente, lo dijo el poeta.

En el mercado de los mejunjes políticos, quizá el próximo presidente del Congreso sea de Ciudadanos. En ese caso, imploro desde aquí a Rivera que no designe a Girauta, que es persona respetable pero que últimamente, está rarísimo. No se centra. Formación le sobra, pero le falta claridad y carácter. Y con las nuevas manadas que se disponen a ocupar los escaños que antaño fueron más civilizados, el presidente del Congreso se verá obligado a actuar, siempre desde la pulcritud reglamentada, con severa contundencia. Entre otras cosas, para impedir que en los escaños de Podemos, las pasiones se extralimiten, y se pase de las mamancias de la millonaria Bescansa –con la «nurse» preparada para sacar los aires al bebé–, y de los besos de Doménech e Iglesias, a la culminación del acto durante una sesión aburrida. Girauta permitiría el fornicio parlamentario por timidez.

Creo que el presidente del Congreso de los Diputados debe serlo el que proponga el partido más votado, aunque ese partido sea el PP. Y que la primera actuación de la Mesa del Congreso sea la de hacer públicos los gastos y sueldos de los asesores de cada diputado. Porque esa es otra. Si son diputados se da por descontado que no precisan de asesores privados a cargo de los españoles. Y si los necesitan, no sirven para nada y carecen de toda condición que justifique su sueldo libre de la banda de Montoro. El presidente del Congreso tendrá muy presente que presidirá el hemiciclo menos dotado intelectualmente de la breve historia de nuestra democracia.