Julián Redondo
Del temple al tembleque
L as velocidades en el juego del Atlético son tan importantes como las variaciones tácticas que incluye Simeone durante el partido. Empieza rápido y asomado al campo rival, sin locuras y sin perder de vista a Diego Costa. Con un contragolpe o con alguna de los múltiples variedades de jugadas a balón parado, marca. La ventaja coincide con la reacción adversaria en pos del empate y el paso atrás para defender la renta. Llegado el momento de proteger a Courtois, portero del equipo menos goleado de Primera, el Atleti intenso, fuerte y pillo, defiende agrupado y el primero que baja a achicar es Costa. Empieza entonces la fase del temple, reafirmación del mejor «catenaccio», y, con paciencia, rigor y oficio italianos, aguarda. Disminuye entonces la intensidad porque su plantel no es el del Madrid o el del Barça. Hay que ahorrar energías. Así que paciencia y alguna parada de «San Courtois» hasta regresar a la portería contraria. Llega el 2-0. Afianzado en el marcador, vuelve a dar dos pasos al frente y remata con goleada. Así fue contra la Real Sociedad. A veces la victoria mínima es suficiente; pero sin alteraciones en la partitura: marcar, recular, aplomo, defender, contraatacar, marcar e invadir. Eso es temple, exagerado, quizá, en el caso del Madrid en Bilbao, cuando Ancelotti constató que el punto era suficiente para emparejarse con el Barcelona e introdujo cambios defensivos.
La serenidad de Simeone y la flema de Ancelotti coinciden con el tembleque del Barça, con que Messi pierde más balones que nunca y encima Martino quita a Xavi. Descompuesto y desorientado, perdió con el Valencia. Peligro.
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