Alfonso Ussía

Desmesura

No resulta exagerado afirmar que lo más aproximado a una hectárea de terreno es el culo de Kim Kardashian. Esa cintura y ese culo no pueden mantener unas relaciones fluidas y responsables. Se pasa en un centímetro de la avispa al ruedo de la plaza de toros del Puerto de Santa María, que dicen los bien sabidos en tauromaquia que es el más grande de España. En todas las familias hay componentes de ellas con traseros desmedidos, pero esta desmesura rompe cualquier ejemplo de antifonario grandioso. Tuve una tía bisabuela muy aficionada a viajar en tren, preferentemente en el Talgo. Su rulé no cabía en el asiento genérico que calculó el ingeniero Goicoechea para que los usuarios del convoy de los Oriol viajaran con comodidad. Cuando mi tía bisabuela reservaba una plaza era tratada con especial cortesía por el alto gasto que acumulaba cada año, y le instalaban un sofá en «primera clase». En el juicio por el 23-F, a García Carrés le reforzaron su silla para que ésta no se astillara al recibir en su superficie plana el mapamundi del único procesado civil. Hillary Clinton es mujer de amplio rabel, pero al lado de Kim Kardashian es una infeliz culiesponjada. Con el infinito respeto y admiración que me procura su extraordinaria voz, Montserrat Caballé no es mujer de bullarengue breve. Pero no asombra, porque responde a la configuración total de su cuerpo. Lo de Kim Kardashian es diferente. De cintura hacia arriba puede pasar por una modelo, lo mismo que de muslerío hacia abajo. Pero el intermedio, ese milagro de la naturaleza que se sitúa como Burgos en los viajes, es decir, en la mitad del trayecto, es de una desproporción escandalosa.

Ignoro la identidad del hombre autorizado para pasear sus manos por las cachas de la señora o señorita Kardashian, pero a buen seguro que, después de hacerlo, necesita de un masaje para recuperar las fuerzas perdidas. Según el Instituto de Estadísticas de Frankfurt existen en el mundo siete mil trecientas trece clases de culos. Desde el culo pudoroso que no desea ser culo, al culo melocotón temprano, pasando por el antifonario arzobispal y el culo salmón, muy abudante en Islandia. Hay culos orgullosos y discretos, altaneros y humillados, esquivos y serviciales, opulentos y planos, y en la región sudeste de Madagascar, el profesor Jawson, descubrió la existencia de una peculiar tribu cuyos miembros presentaban un culo modelo balón, es decir, con el imprescindible orificio pero sin ranura. El Instituto de Estadísticas de Frankfurt está obligado a añadir a su relación de culos el específico de la Kardashian. Un nuevo as de oros en la baraja de los pensamientos esquinados.

La Kardashian viene de Armenia. Don Francisco de Quevedo, de conocerla, le hubiera escrito un soneto a la mujer a un culo pegado. Para colmo, cuando lo muestra en público, lo hace con su superficie abrillantada por una loción vitamínica que refuerza de manera sorprendente su poder natural. Escribo que la Kardashian viene de Armenia porque en la novela del mejorable escritor ruso Vladimir Tchapaiev el autor se recrea en los grandes antifonarios de las mujeres de Armenia, consecuencia de la gastronomía local de aquella respetable nación. Pero las armenias, al igual que las rusas y las lituanas, engordan a determinada edad, como las de Rentería, Manresa, Villafranca del Bierzo o Aranjuez. Esta armenia transporta un culo más voluminoso que el de la difunta esposa de Nikita Kruschev desde una estructura de garza. Como si de una espiga de trigo naciera y colgara una calabaza. Un milagro de la naturaleza. Una hectárea de asombro, un culo capaz, como la nariz de Cleopatra, de cambiar el aspecto de las venideras hornadas de la humanidad.

Buen culo, Kim. Mi más cordial enhorabuena.