Partidos Políticos
Desorientada, extraviada, dividida
No se encuentra precisamente la española entre las izquierdas europeas que históricamente han sabido encontrar su sitio a la hora de establecer un relato claro, capaz de maridar la defensa de los más desfavorecidos y la reivindicación social con el orgullo de pertenecer a una nación marcada por elementos comunes e indisolubles y el desaguisado del desafío independentista catalán ha supuesto un vistoso botón de muestra. Anticapitalistas al rescate del nacional-populismo más sectario obnubilados por el manoseo de la palabra «república», comunistas entregados a la causa de una autodeterminación de pueblos no precisamente oprimidos o víctimas de hambre y la persecución, sino beneficiarios de una renta per cápita de treinta y un mil euros anuales –por encima de la media europea– como es el catalán o sencillamente populistas para quienes el único proyecto de país desde supuestos postulados de izquierdas es, más allá del espíritu «15-M» que les dio razón de ser, el poner en jaque a un Gobierno legítimo, a una Constitución, a la propia institución monárquica y a un régimen democrático nacido en el 78.
El vodevil brindado estos días por la formación de Pablo Iglesias a esos millones de electores de buena fe que en su momento abrazaron promesas de ríos de leche y miel cuando más arreciaban los efectos de la crisis económica se corresponde con la única cosa que pone en evidencia a los populismos, la realidad. Esa misma realidad que puso en su sitio a los «Syrizas» griegos y que ahora hace de Tsipras el más entregado y vehemente defensor del europeísmo es la que ha topado de bruces a Podemos y en gran medida a los «comunes» de Ada Colau. Lo que tan solo hace unas semanas era discurso fácil en defensa del «derecho a decidir», la liberación de los pueblos, la autodeterminación y las cartas de derechos de naciones unidas se ha convertido en una instantánea de brocha en mano y sin escalera. El proceso de secesión que tantas simpatías despertaba en la formación morada como instrumento para mover la tierra bajo los pies del Estado se ha volatilizado de manera proporcional a la inconsistencia de sus promotores ahora más preocupados por el peso de la ley que por la estelada.
Lo ocurrido no deja de ser otra lección para un PSOE ahora más consciente de que el «desgaste de materiales» de la socialdemocracia no tiene porqué aliviarse con el acercamiento a los populismos y el discurso equidistante. Apoyar el 155 sencillamente acarrea sentido de estado y un plus como alternativa de gobierno. El ex líder del PCE y del extinto PSUC Francisco Frutos no pudo ser más claro al cierre de la manifestación del pasado domingo en Barcelona, ¿dónde está esa izquierda que defiende a los humildes y a la vez se siente española? La respuesta puede tardar en llegar, pero no es tan complicada: para independizarse de un gobierno de centro-derecha y de un presidente que ha ganado tres citas seguidas con las urnas, no es necesario independizarse de un país llamado España.
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