Pedro Alberto Cruz Sánchez
Despegue en falso
Parece ser que la recién acabada edición de Art Basel ha sido la mejor de la última década en cuanto a ventas se refiere. La primera conclusión ante tal noticia sería afirmar que la crisis se ha acabado en el mundo del arte. Lo cual sería una aseveración falsa. En primer lugar porque, en rigor, no ha existido crisis real en el arte si, por tal, se entiende una estructura tan blindada ante eventualidades como las grandes galerías (Gagosian, Pace, White Cube) y las principales casas de subastas. El concepto de «mundo del arte» se ha reducido hoy a unas cuantas marcas multinacionales que viven en el interior de una burbuja cada vez más resistente y ensimismada. El resto de nombres y empresas suponen una realidad residual y por momentos menos determinante cuyo peso es tan pequeño que apenas si computan significativamente en los cuadros estadísticos principales. Y aquí reside la segunda trampa que esconden las cifras de éxito de cualquier gran evento como Art Basel. Los artistas que repuntan son los ya consolidados entre la clase alta: Rothko, Rauschenberg... Los que, por el contrario, compiten en la categoría de entre 3.000 y 30.000 € apenas si han visto llegar los rayos de luz del nuevo ciclo económico a sus cuentas de resultados. La crisis ha radicalizado el pragmatismo del inversor de arte: quiere valores muy seguros, históricamente consolidados y revalorizables en tiempo récord. La ansiedad no rema a favor de los artistas que no cotizan por encima de los 100.000 y cuyo principal mérito es ser reverenciados por un grupo exclusivo de intelectuales. La crítica ya no cuenta para nada. Su favor o su repudio es una anécdota para los principales fabricantes de superventas, como son Gagosian, Sotheby’s o Christie’s. El romanticismo del lenguaje experimental y la innovación constituyen factores sentimentales que casi nunca tienen una traducción monetaria.
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