Cástor Díaz Barrado

Diálogo iraní

Hasta hace poco, existía una preocupación muy intensa por la política exterior de Irán. Todavía no hay indicios definitivos de que el Gobierno iraní haya abandonado su programa nuclear y de que esté dispuesto a no representar una amenaza para los países occidentales. Irán es uno de los protagonistas principales en los conflictos que acontecen en Oriente Próximo y su distanciamiento de la política que llevan a cabo otros actores de la zona resulta evidente. Los ocho años que Mahmud Ahmadineyad estuvo en el poder, como presidente de Irán, no fueron fáciles para las relaciones de Irán, ni con Estados Unidos ni con el resto de los países occidentales. Ni se aprovechó la oportunidad para restaurar estas relaciones, que quedaron interrumpidas desde la llegada de Jomeini al poder en 1979, ni se sentaron las bases para llegar a acuerdos por lo menos en los campos más sensibles de las relaciones internacionales. Como es natural, Irán tiene sus propios aliados y defiende sus intereses, tanto en el conjunto de las relaciones internacionales como en el área en la que ejerce su influencia. Pero la política iraní caminaba sin rumbo hacia el enfrentamiento, sobre todo porque Israel observaba, con extremada preocupación, el comportamiento de los dirigentes iraníes. La llegada al poder de Hasán Rohaní puede cambiar las cosas. Todavía es pronto para afirmar que se ha producido un giro radical en la política exterior de Irán, pero algunos gestos y posiciones caminan en una dirección contraria a la que marcó su antecesor. Una simple llamada telefónica de unos quince minutos entre el presidente Rohaní y el presidente Obama podría ser el inicio de un cambio de actitud. Nada mejor para la sociedad internacional que todo cambie y mejore en las relaciones entre Estados Unidos e Irán y, en consecuencia, con la mayor parte de los estados del planeta. Irán debería dejar de ser una amenaza y convertirse en un estado que coadyuvase a pacificar el Próximo Oriente. Es verdad que la desconfianza entre ambos países, como indicó Obama, sigue siendo el elemento central de las relaciones o quizá de la falta de estas relaciones. Pero la visita de Rohaní a la sede de Naciones Unidas y las posiciones que ha asumido deben ser analizadas de manera positiva. Ojalá algo esté cambiando y que se abra paso el diálogo, primero, para resolver las cuestiones de índole nuclear, pero, también, para establecer un marco más estable, profundo y duradero de colaboración o entendimiento entre Estados Unidos e Irán. Desde luego, falta mucho para ver resultados tangibles.