Dinero y clima

Hace un mes, coincidiendo con la última Cumbre del Clima de la ONU en Bonn, un alto cargo de la Comisión Europea me confesó que una gran parte del mundo del dinero estaba volviendo los ojos a la lucha contra el cambio climático. Me dijo que los grandes fondos habían decidido concentrar sus inversiones en empresas que apostasen por proyectos más respetuosos con el medio ambiente y encaminados a frenar la emisión de los gases de efecto invernadero y la subida de las temperaturas. Insistió en que este fenómeno era imparable y que, además del aspecto ético, había que destacar también el económico, porque se abría una oportunidad de negocio en muchos sectores. Todo lo anterior se ha vuelto a poner de manifiesto durante esta semana en los actos que han tenido lugar en París, convocados por el nuevo emperador galo, Macron, para celebrar los dos años del histórico acuerdo que se alcanzó en la capital francesa. El presidente de la República dijo que estamos perdiendo la batalla contra el cambio climático. Y tiene razón. Sobre esta conmemoración sobrevoló, como no podía ser de otra manera, la posición de Trump, que niega el cambio climático y quiere abandonar, cuando pueda, el Acuerdo de París. El presidente de Estados Unidos sale huyendo de todo aquello que huela a «multilateralidad». Lo ha puesto de manifiesto la delegación que ha acudido esta semana a la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) celebrada en Buenos Aires y que ha cosechado un rotundo fracaso, debido en gran parte a la actitud «yanqui». El ejemplo más evidente es que el representante de Trump dio un portazo y se marchó de la capital argentina bastante antes de que acabase el encuentro. Que Trump no está por la labor en lo del clima y el comercio es más que evidente. Serán los demás los que deban tirar del carro. Afortunadamente una parte del mundo del dinero lo tiene claro en lo que respecta al clima, aunque sea por interés: su apoyo a la lucha contra el cambio climático no tiene vuelta atrás.