Crisis en el PSOE

Disciplina de voto

La Razón
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Los más críticos con la llamada «vieja política» suelen apuntar, entre el largo elenco de anomalías democráticas en el funcionamiento interno de los partidos, a eso que conocemos como «disciplina de voto» en sus grupos parlamentarios. Muy pendientes de comprobar cómo Ciudadanos y Podemos, las formaciones de la nueva hornada, aplican distintos modos que den libertad de voto a sus diputados y senadores, cosa que está por verse desde que pisaran por primera vez tras los comicios de diciembre la carrera de San Jerónimo, y, contemplando cómo el debate cobra hoy especial vigencia a vueltas con el aviso de indisciplina de los partidarios del «no» ante la probable consigna de la dirección socialista de abstenerse en una investidura de Rajoy, convendría hacer alguna breve puntualización.

Siendo la referencia la libertad de voto entre parlamentarios de otras democracias, me atreveré a recordar los casos anglosajones donde el «speaker» del partido ya se cuida mucho de no llevar a pleno cuestiones que no están ganadas de antemano previo conteo en clave interna. La «generosidad» del aparato sólo se pone de manifiesto en casos de votación no unánime pero sí holgada en los que a algún díscolo se le permite desmarcarse para mayor recreo de su distrito, casi siempre marginal, así de sencillo. Llegaríamos también a pensar que el monolitismo se acaba cuando se plantea la elección de parlamentarios con listas abiertas. Eso está muy bien, hasta que nos topamos con la realidad de que la designación de los nombres que figuran en dichas listas pasa por la supervisión del secretario general de turno.

El ejercicio democrático interno de escoger al líder en proceso de primarias suele ser proporcional a la «manu militari» con la que éste elabora listas y depura direcciones. Preguntemos sin ir más lejos a las bases socialistas sobre sus dirigentes descabalgados por la dirección federal en Madrid, en Castilla-León o más recientemente en Galicia a la hora de elaborar las listas autonómicas. Curiosa paradoja la que se nos muestra al contemplar cómo el ex secretario de organización socialista César Luena, partidario del «no» que llevaría a terceras elecciones, podría quedar relegado en las listas si así lo decide la miembro de la gestora que las supervisaría, una «depurada» por Luena ganadora de primarias en su circunscripción, para más señas.

Lo que se ventila estos días en el seno de un PSOE enchufado a la UVI tiene mucho que ver, dentro de un debate no tanto ideológico como de lucha por el poder, con la manera con la que se consigue gestionar la abstención en el caso de que ésta sea la opción triunfante en el próximo comité federal. De esa gestión de la investidura desde la bancada socialista puede depender que se inicie una travesía del desierto hacia la cordura desde la oposición o el camino hacia la extinción de sus análogos griegos e italianos. Con los 90 escaños de diciembre hoy Sánchez sería secretario general, e incuestionable líder de una honrosa oposición con Podemos reventando desde dentro, pero acabó seduciendo el «no es un no» y ya saben la historia.