Julián Redondo
Divididos y cabreados
En el deporte, los rivales son adversarios, nunca enemigos. En el deporte prima el respeto a las normas. En el deporte se acatan las decisiones de los árbitros, aunque no convenzan. En el deporte prevalece el juego limpio y quien haga trampas o se dope será expulsado. El deporte recompensa el esfuerzo y los resultados. En el deporte gana el mejor. En el deporte de equipos el triunfo es siempre una labor de equipo. Fueron las palabras de Marcos de Quinto, número 2 de Coca Cola en el mundo, al hablar en nombre de todos los premiados en la Gala del Comité Olímpico Español. Antes de pronunciarlas sugirió que no se leyera entre líneas; pero es inevitable.
Entre el CSD y el COE la química es un cóctel molotov que sólo puede perjudicar al deporte español en general y a Miguel Cardenal y Alejandro Blanco en particular. Juegan en equipos diferentes, distantes; deberían ser compañeros y ni siquiera son adversarios, son enemigos, con aliados que a su vez no se soportan: Tebas, con Cardenal; Villar, con Blanco. Dos frentes, dos trincheras, y los deportistas y los presidentes de las federaciones, más moscas que un pavo en estas fechas. Temen que al saludar a uno, el otro se enfade; si bien cada acontecimiento deportivo que pasa es más difícil que puedan chocar porque se evitan. Lo cual no deja de ser un alivio para quienes les profesan admiración y amistad.
Hay que erradicar a los intransigentes y las autoridades no transigen entre sí. Reprueban a los violentos y quienes pueden espabilarlos no se soportan. O parlamentan o corren el riesgo de ser despedidos o de que en las próximas elecciones no les voten. El equipo es el deporte, su capitán.
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