Julián García Candau

Doble felicidad

El Barcelona ya no es equipo previsible: es imprevisible. Ya no se sabe realmente a qué juega. Es una mezcla entre lo tradicional y lo que, al parecer, quiere imprimirle Martino. Cuando pretende imponer el tiqui-taca tropieza con la barrera del equipo contrario porque le falta velocidad. Juega con excesiva parsimonia. Contra el Ajax llegó a padecer dos ocasiones claras de gol que solventó Valdés. Luego detuvo un penalti. El Barça perdió balones en los intentos con pases largos. Tuvo que llegar el libre directo para que Messi lanzara con la habitual maestría y marcara.

Iniesta no está como en él es costumbre y Messi parece alma en pena durante muchos minutos, pero de pronto aparece y resuelve el partido. Tres nuevos goles y tres puntos. Resulta sorprendente que la mayor virtud que ha tenido el equipo durante varios años, la posesión del balón, no sólo la comparta, sino que en muchos momentos la pierda. Fàbregas no interpretó con eficacia la misión de director de orquesta. Con Xavi en partidos anteriores tampoco ha habido el manejo tradicional. El Barça sigue atado a la inspiración de Messi y las ingeniosidades de Neymar.

El Atlético sí es previsible porque siempre muestra la cara del juego intenso, la búsqueda incansable del gol. En el Atlético hay espíritu distinto al barcelonista. Simeone implantó un sistema el día que llegó y no se ha movido del mismo. Combina las buenas dotes de algunos de sus hombres con la fuerza. Anoche marcó de córner para comenzar a iluminar el panorama y tras el empate de Hulk volvió a sacar su genio y Arda y Batistao sentenciaron. Doble feliz comienzo.