Jesús Fonseca

Doña Sofía se remanga

Tiene por norma no molestar y ser útil. Esto y su empeño por socorrer a los más humildes –sobre todo en el mundo hispano– es algo sagrado para ella. Hablo de la Reina. Su compromiso humanitario la llevará esta semana a Guatemala. Un país en el que es bien conocida, muy querida. «Sofía Reina de Guatemala visitó esta casa», se puede leer a la entrada de un hogar para mujeres indígenas perdido en los alrededores de Quetzaltenango. Yo mismo lo vi, allí escrito, en una visita con Jaime Barrios, autor del mejor tratado de arte mestizo. Algún día se sabrá todo lo que la Reina está aportando al bienestar de la Americana hispana, desde la discreción, pero con enorme eficacia, codo con codo con la cooperación española. Dos son sus obsesiones: la mujer y la infancia. La maternidad y los hijos. «Conozco a pocas personas tan dispuestas a mojarse como a la Reina, en lo que a ayuda al desarrollo se refiere», nos decía la socialista Soraya Rodríguez, en Valladolid. «La llames para lo que la llames, nunca dice no, si puede echar una mano», asegura la portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados. Pero es que, además, se curra los proyectos, los discute, da ideas. Como cuando explicó al presidente Uribe, «con argumentos muy convincentes», como él mismo refiere, la conveniencia para el proceso de paz de Colombia de reforzar los planes de apoyo para madres solteras campesinas. Dos realidades que estarán muy presentes estos días, durante el viaje de trabajo de la Reina para respaldar, en nombre de España, a los cooperantes españoles en Guatemala. Una tierra cuyas gentes no conversan, platican, y para las que un hombre que embiste, en vez de pensar, es un pendejo.