Fútbol
Dos goles
Del Bicentenario a Wembley, de San Juan a Londres, de Argentina a Inglaterra –y nada de parar en las Malvinas–, de Messi a Iago Aspas sin más nexo que el fútbol ni otro vínculo que el gol, «la entrada del balón en la portería». El de Messi, como el de Iago, fue el principio del himno a la alegría cuando las campanas tocaban a muerto. Los argentinos renegaban de su selección, extraviada desde antes de hacer el ridículo la semana pasada en Brasil, y los españoles no reconocían a la suya. El timonel Edgardo Bauza, perdido entre nombres, leyendas, sugerencias, presiones y la cruda realidad, que la albiceleste es el espejo del fútbol de su país: un espectro. El capitán Julen Lopetegui, inmerso en la transición, el viaje de un pasado glorioso a través de un presente convulso y las primeras luces del alba.
Colombia en Argentina. En un estadio de 25.000 espectadores, los cafeteros sucumben al influjo de Messi. Diez minutos de partido. Falta en la frontal, a unos cinco metros del semicírculo del área. Messi, a tres pasos del balón, no necesita más. Disparo preciso, a la escuadra, a la base del larguero con esa zurda diabólica. Imparable el tiro, y el ejecutor, que condujo a su selección a la victoria. Dejará de ser discutido en casa hasta el próximo traspié.
España en Inglaterra. Minuto 89, aún lejos del área recibe Iago Aspas el pase de Morata. Avanza, pisa el campo de minas; ante él, Stones, el central más caro de la historia en el fútbol inglés –55,6 millones de euros pagó el City al Everton–. La pelota pegada al exterior del pie izquierdo; dos amagos relampagueantes a la derecha, sale hacia el lado contrario, se perfila y chuta. La pelota, al ángulo opuesto, toca madera y entra. El 2-1 tiene efecto multiplicador. España empata. ¿Le llamará Julen en marzo? Debería.
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