Irene Villa
Dos letras
Ahora que cada vez más personas se conciencian e involucran en la necesidad de luchar por cambiar dos letras, con el fin de pasar de abortar a adoptar, cada día se hace más patente que son todo dificultades en el camino de ese sueño en el que ganan tanto los padres como los hijos. Si abortar es un trauma –y no solo para la madre–, adoptar puede llegar a convertirse en un infierno. Todo nuestro cariño para esos matrimonios atrapados en Etiopía, que estaban a punto de salir con sus pequeños cuando su adopción fue revocada, en algún caso, por la falsificación en un documento de una firma del director del orfanato, que se encuentra en paradero desconocido. A otros, tras tener la foto de su hijo y amar ya su alma, les advierten de un posible cambio de niño. Esta tremenda realidad que, además de partir el corazón de unos padres que solo quieren dar amor y protección a quienes carecen de ello, se debe a problemas de competencias entre administraciones, pues que primen «los motivos humanitarios en el interés superior de estos niños». Las vías de esperanza se ven truncadas y paralizadas por problemas entre países. Las negociaciones y los problemas burocráticos lo único que consiguen es secuestrar la ilusión de los padres y, lo que es peor aún, las sonrisas de sus hijos. Ojalá que las asignaciones puedan por fin traer amor para todos y que se ponga en esa vía diplomática necesaria para reanudar todos los procesos de adopción, más interés y, sobre todo, más corazón.
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