Lucas Haurie
Ejecutados
Con la Nochebuena a la vista, debería ser un sindiós hablar de muerte. Y sin embargo... Dos suicidios íntimamente relacionados con la (pésima) situación financiera de sus perpetradores ponen sobre la provincia de Málaga el foco noticioso en la penúltima semana del año, que amaneció informativamente con la comparecencia del presidente del Consejo General del Poder Judicial ante el Congreso para hablar de los desahucios. En concreto, de su incremento intragable (134,13%) durante 2012. Es tramposo achacar directamente a la ejecución hipotecaria, por traumático que siempre resulte semejante trance, la decisión terrible de quitarse la vida pero tampoco será del todo casual el uso de la misma palabra, «ejecución», en este contexto que en el acabamiento del reo condenado a muerte. Tampoco los criterios de contabilidad son inocentes: la moda informativa lleva hoy a, por un lado, informar de los suicidios en contra de lo que pregonaban los libros de estilo hasta anteayer; y por otro, a resaltar lo que resulta más llamativo en tiempo de crisis, la penuria económica de la víctima, igual que se ignora su estado civil, su estabilidad psicológica o su nivel de adaptación social. Demasiado complejo para abordarlo con la urgencia de telediario que emplean los gobernantes, empeñados ahora en el sacralizar ese disparate denominado «dación en pago». Un banco presta dinero para que le sea devuelto dinero. Si pido un crédito para montar una carnicería y quiebro, ¿me sería condonada la deuda a cambio de filetes pasados de fecha?
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