María José Navarro
El amor
Amigos de España: qué cosa tan hermosa es el amor. Perdonen si me emociono pero cuando una contempla a una pareja que, contra viento y marea y salvando todo tipo de dificultades, logra unirse y ser feliz, no puede hacer otra cosa que soltar un lagrimón como un kiwi de gordo. El amor. El amor maduro. Miren que servidora tiene la sensibilidad de una lima de uñas, pero es que, ains, no puedo. Es alucinante lo que la vida te tiene preparado, las oportunidades que te ofrece cuando ya no crees es nada. De pronto, sin aviso ni libro de instrucciones (esto se usa mucho cuando tienes un niño pero lo tomo prestado como licencia literaria) encuentras a esa persona que te devuelve la confianza y la felicidad. Y a veces está cerca, en el despacho de al lado. Concretamente, en el de la Secretaría de Estado. Y es entonces cuando entiendes que vale la pena dejarlo todo y perseguir un sueño. Qué más da si hay que renunciar a un Ministerio, qué es el amor comparado con la inmensidad del mar. Así que, sin miedo a la aventura, decides dejar tu país y marchar donde haga falta. A París mismo, ea, todo sea por el amor. Y allí te pensabas plantar con ella porque la amas, porque comprendes que no puedes ponerle precio a esa relación, porque la reagrupación familiar es un derecho que tenemos que defender, sobre todo los blancos. Los negros pueden estar separados sin problemas, que es gente correosa y dura pero, ay, los blancos y la familia. El amor triunfa. Y un poco más abajo de Calais, una pareja se reencuentra para vivir su relación plácidamente y con trabajos dignos. Qué bello es vivir, la verdá.
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