Ley electoral
El andaluz frente el “instante melón”
No hace falta ser un augur para vaticinar que el salón político va a seguir en lo venidero movido y coleando. Sobra escrutar los riñones de un gorrión o atender el vuelo de una abubilla, como hacían los oráculos de Roma, para adivinar que el ruido va a continuar de hilo musical en la plaza pública a partir del 1 de octubre. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto tiempo más va a continuar el ruido? Ay, no. Para eso no; para eso, para responder a un misterio con tales aristas, no se atrevería ni el mismísimo Sherlock Holmes. Quien sí se atreve es el camarada Pedro. Perico es el adivinador más cabal y lenguaraz que jamás haya disfrutado una tertulia. A diferencia del detective creado por Conan Doyle, Perico prefiere el caldo de gallina al tabaco de pipa y el mosto de Chiclana a la cocaína intravenosa. A Perico todo esto le suena a descarado merengue y procaz chachachá, pues lo del mambo antisistema está ya en demasiado uso, dice; y será la reforma constitucional el siguiente horizonte. El vocerío y las calles pondrán a prueba a esos partidos políticos que demoran cuanto pueden el tajo al melón constitucional en tanto aguardan una aritmética parlamentaria más propicia. Perico, que es más partidario del sentido común para resolver un enigma que del método deductivo, eso defiende, está convencido de que los partidos consideran el actual reparto de fuerzas una realidad demasiado influida por la crisis económica y por el pertinaz maremoto de corrupciones: una foto ficticia, irreal. El Gobierno y los partidos, a partir del 1-O, tendrán por tanto que encontrar elementos tan sedantes como persuasivos para retardar el «instante melón». El mambo, mientras, será catalán... y vasco. Y el café para (casi) todos será para menos por mucho que quiera danzar el andaluz.
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