Cataluña

El apunte de Francisco Marhuenda: «Los ‘pijo-indepes’ y ‘happyland’»

El apunte de Francisco Marhuenda: «Los ‘pijo-indepes’ y ‘happyland’»
El apunte de Francisco Marhuenda: «Los ‘pijo-indepes’ y ‘happyland’»larazon

No hay nada peor que encumbrar a un mediocre. Por regla general acaba siendo una auténtica catástrofe. Es lo que sucedió con Puigdemont. Y ahora lo estamos viviendo en Cataluña. Es verdad que en la sombra, moviendo a los personajes como marionetas, hay gente preparada y brillante. No hay más que ver quiénes manejan los medios de comunicación del independentismo. Es cierto que son periodistas y empresarios fanáticos, pero no por ello hay que menospreciarlos. Al revés, es importante tenerlos muy en cuenta. Lo mismo sucede con Jaume Roures que es un empresario tan brillante como visionario, un auténtico magnate de los medios de comunicación que ha sido capaz de crear una fortuna enorme siendo comunista del sector trotskista, lo cual es una divertida excentricidad en el año 2017.

Nada me puede gustar más que los multimillonarios de izquierdas con sus mansiones, coches y cuentas corrientes preocupándose por la clase trabajadora. El independentismo tiene, incluso, millonarios de las grandes familias de la alta burguesía barcelonesa, que fue más franquista que Franco, más alfonsina que Alfonso XIII y más republicana que la Segunda República. Ahora son los “pijo-indepes” que esperan convertir Cataluña en su peculiar “happyland”. Una tierra feliz sin controles y límites que les permitiría dar satisfacción a su ego y soberbia.

Es verdad que resulta pintoresco juntar en el mismo proyecto a los “pijo-indepes” un fanático como Puigdemont, que abraza con fervor inusitado su destino manifiesto como Moisés del independentismo; los defraudadores del PDdeCat encabezados Xavi Trias, que es un experto en paraísos fiscales; Junqueras dispuesto a ser Mandela o Gandhi, aunque todavía no lo sabemos; el pedigüeño de Artur/Arturo/Arturito Mas que cualquier día organiza con Marta Pascal y Bonvehí mesas petitorias como se hace con el Domund para pagar al Tribunal de Cuentas; las huestes de la CUP encabezadas por Anna Gabriel y sus mariachis que tienen una estética borroka (no confundir con barroca); los Jordi’s, que en cualquier momento declaran la independencia de la cárcel de Soto del Real y demandan que sea reconocida su extraterritorialidad como parte de la Cataluña invicta e irredenta.

Están también los equidistantes o la ambiciosa Inmaculada Colau Ballano, conocida como Ada, de madre soriana, y con Pisarello, que me encanta porque es muy grato que un argentino me explique cómo ha sido, es y debería ser mi amada tierra catalana; y qué decir de Albano Dante Fachin que parece salido de una telenovela con ese acento de bolero. La lista es interminable, pero sería injusto olvidar al ídolo caído, la Juana de Arco catalana, Carme Forcadell, una oscura funcionaria que jamás imaginó que sería presidenta del Parlament y que abrazó el 155 con un fervor estremecedor. Y están los exconsejeros, unos en la cárcel y otros en el exilio turistico, que por regla general su experiencia profesional se circunscribe a la política. Todos ellos son hijos del sistema pujolista, donde lo único importante era la fidelidad al líder carismático mientras que su formación y trayectoria laboral eran irrelevantes. Estos son los mimbres con los que pretendían conducirnos a la utopía.

No hay que pensar que el independentismo esté acabado. Es un error. Ellos siguen con el relato épico, con la inestimable ayuda de sus altavoces mediáticos, con problemas entre ellos que se comprueban fácilmente con su incapacidad de presentar una lista única. Hay que ver qué sucede el 21 de diciembre, porque marcará realmente si podemos pasar a un nuevo escenario menos confuso y caótico donde contemos con un gobierno que se ocupe, realmente, de los problemas que preocupan a los catalanes y que gestione con eficacia y rigor. Los catalanes teníamos fama de serios, pero lo que se ha vivido en los últimos meses ha sido todo menos ejemplar.