María José Navarro

El bálsamo

Berlusconi ha vuelto, y lo ha hecho con traje cruzado y ante una librería. A Vds. les parecerán intrascendentes estos datos y de hecho tendrán razón, pero no me negarán que tiene su miga la puesta en escena. No es que la combinación traje cruzado a la Florentino Pérez–librería sea lo único que llame la atención del vídeo de Berlusconi, ni mucho menos. También nos gusta la rigidez general y el color caoba de chapa de mueble de conglomerado del implante capilar. También es sobresaliente la forma que tiene de levantar el dedito y lo chicos que se le han quedado los ojos con tanta operación de párpados, cual Juanito Valderrama transalpino. Pero resulta especialmente llamativo el hecho de que haya elegido como marco incomparable una librería blanca en la que casi todos los libros tienen el lomo blanco, fíjense. Tiene también, todo hay que decirlo, unos tomos encuadernados en granate que yo juraría que son de la misma colección que unos «Episodios Nacionales» que tiene mi madre sin estrenar junto a la tele, pero son los menos. Coqueto, Berlusconi ordena los libros no por temática ni por orden alfabético sino por colores: en esta balda los verdes, aquí los beige, arriba los azul petróleo. Quizás mirando en todos esos libros blancos se podrían descubrir grandes secretos de este gran hombre, inventor del estado quirúrgico y el «Tanga-Nepotismo». Aunque, bien mirados, parece que la mayoría son colecciones de esas por fascículos sobre la historia de la lencería, con réplicas en miniatura de bragas de varios siglos. Gracias Berlusconi por recordarnos que, cuando todo aquí es un esperpento, podemos aún resultar serios a ojos – operados– del resto del mundo.