Enrique López

El bucle catalán

La Razón
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Recientemente se han producido una serie de acontecimientos que nos explican el actual estado de las cosas en lo que se refiere al delirante desafío independentista catalán, y a la vez sintetizan la forma correcta de afrontar esta afrenta. En primer lugar, la resolución del Tribunal Constitucional por la que se ordena remitir a la Fiscalía la actuación de la presidenta de la Cámara catalana, Carmen Forcadell, por incumplir su deber de acatar las decisiones de este órgano, lo que, en consecuencia, significa que al Alto Tribunal advierte de que se ha podido producir una actuación criminal que debe ser investigada. Paralelamente, el Tribunal Supremo pide al Congreso el suplicatorio de Francesc Homs como consecuencia de la imputación de un delito de prevaricación y desobediencia en relación con la consulta del 9 de noviembre. Por último, la Fiscalía ha solicitado una pena para Artur Mas de diez años de inhabilitación, también por los mismos hechos. A renglón seguido, el Parlamento catalán aprueba la celebración de un referéndum vinculante de independencia para septiembre de 2017. Esto nos debe hacer reflexionar sobre el punto en el que estamos en este complejo y serio problema y, en mi opinión, no me cabe duda de que el Estado de Derecho está ganando a los irresponsables independentistas. Y, por otro lado, a los que desde una postura excesivamente crítica en relación con la actitud política de confiar en la Ley y en los tribunales reclamaban una solución política enfática, como podía haber sido la aplicación de lo dispuesto en el art. 155 de la CE, lo cual no es óbice para que en el futuro sea necesaria su aplicación. La justicia tiene unos tiempos que a veces resultan no solo lentos, sino tortuosos, pero es inevitable e ineludible en sus consecuencias, y esto ya lo advierten los principales irresponsables de la consulta ilegal, y es lo que les espera a los promotores de la nueva tentativa de referéndum. Frente al irracional nacionalismo independentista catalán, la mejor arma es el uso del nacionalismo constitucional, pegado a la Ley y alejado de sobreactuaciones españolistas del pasado. Cada uno siente a España como la siente, y todo es respetable, pero lo que nos une en la defensa del orden constitucional y de la unidad española no son estas diferentes formas de sentir España, sino simplemente el cumplimiento de la Ley. La desfachatez e irresponsabilidad de los que promueven la nueva consulta no solo se queda en perpetrar un pueril intento de nueva afrenta, sino que además pretenden que, al margen de la Constitución, sea vinculante, y ello tan solo con la mitad más uno de los votantes. Vincular es unir cosas inmateriales de manera firme y duradera, algo que solo en la ensoñación populista es posible. Y, por si fuera poco, pretenden estos efectos con la mitad más uno, lo cual supone ya un desprecio hacia una gran parte de catalanes que no piensan como los proponentes de la consulta. Decía Auguste Comte que «sólo los buenos sentimientos pueden unirnos, el interés jamás ha forjado uniones duraderas». Y yo digo que el solo interés no forja la independencia.