César Vidal
El candidato menos odiado
Como era de esperar, la convención republicana ha designado a Donald Trump candidato a la Casa Blanca. Como era de esperar desde hace unos meses, porque, hace un año, nadie hubiera apostado un dólar por esa nominación. A decir verdad, casi todos pensaban que el candidato sería Jeb Bush, que, por cierto, se cayó muy pronto. Que los rivales sean, al fin y a la postre, Trump y Clinton plantea una campaña electoral atípica. Por regla general, a la presidencia se llega en Estados Unidos por presentar un proyecto político que ilusiona y convence. Puede tratarse de Johnson o de Reagan, de Clinton o de Obama, pero, por regla general, se vota en positivo y nunca por el odioso voto del miedo. No ha habido una campaña anterior –salvo la que, en 1860, ganó Lincoln y con la excepción de los estados del sur– en la que los candidatos provocaran tanto rechazo. Ni siquiera Bush hijo. Ni siquiera Obama. Doña Hilaria lleva décadas siendo la bestia negra de millones de norteamericanos. De ella se han escrito y publicado unas atrocidades tales que sería para pensar que todos los días se desayuna con el mismísimo Lucifer, que, por supuesto, es su verdadero mentor. Supuestamente, si gana las elecciones, la nación se despeñará por el camino del advenimiento del Anticristo sin el menor remedio. En cuanto a Trump, de creer lo que cuentan sus detractores, sería un Hitler cuyo flequillo, a diferencia del que ostentaba el Führer, es ficticio por añadidura. Ambas visiones son grotescas deformaciones de la realidad. Hillary Clinton tiene un programa que, más allá de ciertos guiños a algunos «lobbies», está situado a miles de millas a la derecha del PP de Rajoy. En cuanto a Trump, salvo los llamamientos al aislacionismo que sería bien difícil de mantener, no va más allá de lo que defienden poco menos bruscamente gobernadores, senadores y congresistas republicanos. Pero la dinámica ya está en marcha y no pocos la compran creyendo que Clinton arrastrará a la nación a una profunda perversión socialista y que Trump sumergirá el país en un fascismo de corbata. En medio de esa visión maniquea, la verdad es que Hillary Clinton, a pesar de su demonización, parece el candidato de la moderación, la estabilidad y la serenidad. Esa circunstancia y el mecanismo de los swing states del que hablaré otro día, le otorgan no pequeña ventaja. Pero no tiene el triunfo asegurado. Al final, estos comicios los ganará el candidato menos odiado.
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