Delito fiscal

El canto de Oleguer

La Razón
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La cosa ha empezado por el menor del clan: Oleguer Pujol. La Fiscalía Anticorrupción pidió ayer prisión preventiva y sin condiciones. La cuestión no es menor. Es la primera vez que el Ministerio Público solicita esta medida para un miembro del clan Pujol. Lo peor de todo son los argumentos del fiscal para mandarlo al trullo: evitar que se fugue, destruya o altere pruebas del caso o, simplemente, que vuelva a delinquir. Ahí es nada.

Todo ocurrió ayer tras declarar en la Audiencia Nacional ante el juez José de la Mata, por el presunto blanqueo de millonarias comisiones obtenidas en la operación de compra-venta de 1.152 sucursales del Banco Santander en 2007. El menor de los Pujol cantó: admitió ayer haber cobrado varios millones de euros en dinero negro por su intermediación, que luego regularizó con Hacienda. Pero eso tampoco fue todo.

El juez sospecha que el origen del dinero que Oleguer ha invertido en esta y otras operaciones está conectado con la fortuna que su familia ocultó en Andorra durante 34 años. De la Mata dice en su auto que no quiere investigar sólo esta operación –que ya fue archivada por Pedraz–, sino la relación que ésta tiene con la investigación que él lleva sobre el patrimonio de la familia Pujol-Ferrusola. Es decir, que esto de ayer es sólo el aperitivo.

Y es bueno tenerlo en cuenta porque hay algunos políticos nacionalistas catalanes, y no catalanes, que llevan hablando muchos meses de la judicialización de la vida pública cuando en realidad lo que estamos viendo –tanto en el caso del referéndum del 9-N, como en el de los Pujol–, es simplemente a individuos que se saltan la ley. Unos para medrar en cargos públicos, y otros simplemente para llenarse los bolsillos a costa de la Hacienda que todos pagamos o de grandiosas comisiones por ser vos quien sois.

La Justicia lleva a cabo su labor con lentitud pasmosa, pero con inexorabilidad. Y es quizá esa verdad –la de los jueces y tribunales– la que muy bien puede abrir los ojos a los que siguen pensando en oscuros poderes que persiguen a sus guías y padres de la patria. No son nada de eso. Son simples chorizos que se han aprovechado de unas circunstancias y debilidades para forrarse mientras vendían ideología y afrenta a sus ideas. Toda una época y un nacionalismo trasnochado que sin embargo nos ha enseñado una lección. No puede tratarse a los delincuentes como si fueran otra cosa. Y no porque ellos se crezcan ante la debilidad, que también, sino por la sencilla y democrática razón de que todos somos iguales ante la ley. Es bueno recordar estos días a los jueces y fiscales que se dejaron la honra y la vida por cumplir con su deber en el País Vasco. Son lecciones fáciles de conocer en otras latitudes. Y de practicar, siempre que el griterío de los que les desafíen no encuentren apoyo en los primeros que deben defenderla, en nuestros políticos.