Pedro Narváez
El chavismo andaluz
El pajarito de Chávez se ha posado en la cabeza de Griñan y le ha susurrado lo imprescindible para convertir Andalucía en el paraíso revolucionario de donde mana la leche, la miel y hasta un ejército de pescaíto frito. Andalucía soñó con ser la California de Europa, que era como una promesa de cine que no acabó en final feliz, una de esas greguerías hollywoodenses de Don Ramón, pero una vez cansada el alma y floja la esperanza, aspira a parecer Venezuela en el imperio de Merkel, que es como si pones a un mosquito a tocar las narices a un elefante que se balanceaba. Hasta que se cabree y con el trompazo se lleve las ayudas europeas sin las que el presidente de la Junta tendría que disfrazarse de Tío Pepe para pasar desapercibido en la Feria de Sevilla. Ha tenido que irse Chaves para que se imponga el chavismo y resuene de nuevo la palabra expropiación que viaja con Kirchner en su jet antidesahucio y a la que reza Evo Morales cada mañana antes de decidir el jersey que se pone. Siempre la duda ante el espejo. La revolución andaluza está por hacer, pero los enemigos acechan dentro carnavaleando con el pañuelo palestino y el chiste de los garbanzos. ¿Qué le decimos a los que pagan como pueden sus hipotecas con el lomo cuarteado de peonar un trabajo digno? ¿Hacemos un simpa? El himno andaluz reza «andaluces levantaos, pedid tierra y libertad», pero de esta última palabra estamos huérfanos. La Andalucía socialcomunista acabará expropiando la miseria o hará de ella otro reclamo para la promoción turística. Ya sabemos lo que vende una foto de unos pobres hurgando en los contenedores o cómo trianea en la Prensa una mujer desesperada en un símil gráfico de una dolorosa sevillana. El «New York Times» seguro que la compra antes de que lo expropien.
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