José María Marco

El curso que viene

La Razón
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Según la última EPA, el número de desempleados disminuyó en 340.700 personas durante el segundo trimestre del año. El paro afecta a 3.914.300 y baja de los 4 millones de parados por primera vez desde 2008. Esto es consecuencia del dinamismo de la economía española. Las empresas y los autónomos han llevado a cabo reformas trascendentales que han reducido la deuda, cambiado el modelo productivo y transformado la economía española hasta convertirla en una potencia exportadora.

También tienen alguna responsabilidad en este éxito el mantenimiento del Estado de bienestar, las medidas de reforma laboral gracias a las cuales el mercado de trabajo ha dejado atrás el modelo hiperproteccionista de tiempos de la dictadura, así como las reformas en el sistema bancario y la reducción del déficit. El desafío independentista en Cataluña ha alcanzado un punto dramático con la amenaza del referéndum el próximo 1 de octubre. Ahora bien, nunca el nacionalismo había aparecido tan débil, tan aislado, tan desacreditado. Es el propio órdago nacionalista el que ha llevado las cosas hasta aquí y de haber un mínimo consenso entre las fuerzas políticas nacionales, el problema del nacionalismo estaría –no resuelto, claro está–, pero sí encauzado.

El populismo neocomunista, por su parte, ha tocado techo. Tampoco va a de-saparecer, porque la ola de indignación (cada vez menos) y de cinismo (cada vez más) que desencadenó la crisis, sumada a los escándalos de corrupción, ha dejado en herencia esta perversión del sistema, que quiere aplicar a nuestro país políticas que arruinarían la economía y llevarían las instituciones al colapso. Aun así, la retórica y la escenografía han dado de sí todo lo que podían dar y, salvo imprevisto, los podemitas no volverán a tomar la iniciativa. Quedan muchos problemas por resolver, e incluso los éxitos suscitan desafíos nuevos. No hay por tanto una política única ante el nuevo escenario. Lo que hay, en cambio, es un marco institucional y político que debería ser reforzado y un consenso por establecer acerca de ese mismo marco institucional y nacional. Los partidos nacionales deberían ser capaces de responder a esta situación y estar a la altura de la oportunidad histórica que tenemos. Y los que no lo hagan conseguirán mantenerse pero no lograrán acceder a la carrera por el poder. Serán los eternos figurantes.