Fernando Rayón

El disparate nacional

La Razón
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Que la vida política nacional se ha convertido en una antología del disparate es un hecho. Las ruedas de prensa y los comunicados han tomado el relevo a las declaraciones de los líderes a sabiendas de que ellos mismos ni siquiera son capaces ya de defender ante las cámaras las propuestas que hacen unos y otros.

Vamos con algunos ejemplos «low cost»: el portavoz de la CUP David Fernández y el de ERC en el Congreso de los Diputados Joan Tardá han visitado en la cárcel a Arnaldo Otegi, ocho días antes de que salga en libertad y después de seis años y pico en el trullo. Declaraciones tras la visita: críticas a la democracia –a la que describen como «low cost»–, al sistema penitenciario y al sistema político y judicial español que ha permitido encarcelar al «líder de la izquierda abertzale». Sin entrar en el fondo del asunto, sí me parece revelador que estos dos partidos, con amplia representación en el Parlament y en el Congreso –y que incluso son capaces de decidir quién va a ser el president– hagan esta lectura de lo que es España. Pero más me preocupa que estuviera prevista también la asistencia de Jesús Eguiguren, líder socialista guipuzcoano, aunque finalmente no acudió por unos oportunos problemas de salud.

Y del «low cost» a la caza mayor. El viernes Pedro Sánchez aceptó reunirse con representantes de Podemos, IU y Compromís para pactar un acuerdo de investidura, aunque no de gobierno. La reunión, a propuesta del líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, formación que consiguió dos diputados en las últimas elecciones, quiere aunar los esfuerzos de formaciones «netamente de izquierdas» para formar un gobierno que descartaría las conversaciones, actualmente en curso, de PSOE y Ciudadanos.

Que el PSOE no tenga claro con quién quiere o podría gobernar es algo que revela muy bien su disparate emocional. Pero si las cuentas no le salen a Sánchez con Albert Rivera –noventa más cuarenta suman ciento treinta– resulta disparatado pensar que pueda conseguir la investidura con unos para gobernar después con otros. Lleva ya un tiempo el secretario general socialista en esta esquizofrenia. Y el PSOE, otro tanto. Y es que lo de Eguiguren puede parecer una cuestión personal, las locuras de un verso suelto, pero lo de Sánchez es mucho más grave, aunque en el fondo responda al mismo trastorno personal.