Julián Redondo
El equipo
Perder la fe en la Selección es creer que la crisis no terminará jamás, que los personajes de J. K. Rowling son reales como la vida misma, que James Bond salvará a Chipre del corralito y que Guantánamo es el paraíso del Caribe. La Selección ha emitido señales de auxilio porque los rivales han descubierto un sistema para neutralizar su dominio. Parece sencillo contrarrestarlo: diez tipos defendiendo en su área chica; el delantero, al borde de su área grande, despejes desesperados, rezar por que el asedio no acabe en gol y armarse de paciencia para que el cansancio haga mella en los invasores y sorprenderlos con alguna acción aislada. A Estados Unidos le dio resultado, y a Suiza, a Francia y a Finlandia. Georgia rozó el milagro.
«La Roja» no es infalible, lo cual resulta una obviedad; tampoco víctima de un cambio de ciclo atroz porque su edad media ronda los 27 años. La Selección es campeona del mundo, bicampeona de Europa y un equipo, claves de la salvación. A Xabi Alonso la pubalgia le está matando y quiere jugar; Xavi ha recibido de los médicos del Barça un alta médica que parece falsificada. Xavi quiere ser protagonista. Xavi llamó a Casillas para que se uniera a la Selección en París. España es el equipo. La otra baza, no perder el estilo y recuperar la velocidad que, en trance similar, brotó en el Barça cuando más lo necesitaba para derrotar al Milan sin paliativos. Perder con Francia no será una catástrofe si en una hipotética repesca no te encuentras con Inglaterra o Portugal. Aunque lo parezca, no es tiempo de quebrantos.
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