César Vidal

El error de adelantar las elecciones

La Razón
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A medida que pasan las semanas, se van sumando voces a la tesis de que el presidente del Gobierno debería anticipar las elecciones generales e incluso yuxtaponerlas a las catalanas. Llama especialmente la atención que esa postura la asuman incluso personajes que, en otro tiempo, demostraron lucidez en el terreno de la política y así es porque el adelanto de las elecciones constituiría un error de gravísimas consecuencias. Que haya gente que desee que Rajoy desaloje cuanto antes La Moncloa es comprensible. No otra cosa, dicho sea de paso, ha sucedido con todos los que precedieron en el ejercicio de su cargo y más de uno además no agotó el término de la Legislatura incluso a sabiendas de que semejante paso significaría una derrota electoral de notable magnitud. Pero ni Rajoy ni España pueden permitirse ese lujo y no se lo pueden permitir fundamentalmente porque este año se celebrarán unas elecciones catalanas con obvia finalidad separatista. No voy a insistir en que la trayectoria de los últimos años del nacionalismo catalán carece del menor viso de sensatez salvo que se ansíe ser el presidente de una Cataluña convertida por primera vez en estado independiente o se despepite por no ir a la cárcel por corrupción. La agenda independentista existe y se necesita a alguien enérgico en Moncloa para hacerle frente. Si cuando se lance el órdago a la grande, no está configurado el nuevo gobierno del PP –que no lo estaría– y no digamos ya si el que se perfilara fuera un gabinete del Frente popular –que puede ser– el panorama resultaría inquietante. En los dos casos, cualquier decisión del actual gobierno como interino sería tachada de ilegítima y en el segundo, con sinceridad, no cabría esperar una respuesta firme ante un desafío al orden constitucional mucho peor que el del golpe del 23-F. Declarar la independencia unilateral de Cataluña – y recibir el reconocimiento de naciones como Venezuela, Cuba, Bolivia y alguna más cercana– resultaría relativamente fácil, e intentar contrarrestar ese paso se convertiría en prácticamente imposible con las instituciones en el aire. De hecho, toda la responsabilidad recaería sobre la Corona, lo que no dejaría de ser una ponzoñosa situación. Es indiscutible que Cataluña se vería condenada a un desastre peor que el griego, pero el mal estaría ya causado y resultaría punto menos que irreversible. Por lo tanto, digan lo que digan algunos, lo mejor es que no se anticipen las elecciones... y que sea lo que Dios quiera.