Alfonso Merlos
El escorpión y la rana
Sin proyecto, sin futuro, sin estrategia, sin liderazgo, sin alternativa, sin un plan, sin un discurso constructivo con el que señalar a los españoles el camino que conduce a la salida de la crisis, es natural que Rubalcaba vaya a retratarse esta semana como un pastor venido a menos, rebotado melancólicamente con el mundo y cuyas intervenciones públicas suenan como un disco rayado. No hay que darle muchas más vueltas a esta película porque estaba prevista. La ventaja que tiene el personaje es que para conocer la verdad de los hechos y las cosas basta interpretar a la inversa sus proclamas. O sea, que era cuestión de poquísimo tiempo que quien con impostada fanfarria anunció una oposición útil y constructiva –casi adanista– se embarcase de forma repentina y animosa en un ejercicio de control a Rajoy intensamente inútil y emocionalmente destructivo. Y ahí estamos.
Lo peor no es sólo que el Partido Popular, en una situación que linda la emergencia nacional, no pueda contar con la segunda fuerza política para hacernos más fuertes en el solar patrio y en Europa. Lo más patético es que quien debería estar llamando a los ciudadanos a recorrer un camino juntos se instale en la pura confrontación porque a nivel interno está descompuesto y desdibujado. En primer lugar, porque es incapaz de mantener ordenada su casa. En segunda instancia, porque no sabe cómo reaccionar ante ese reguero de escándalos que pasa por Sabadell, Barcelona, la Fundación Ideas o alguna gasolinera frecuentada antaño por coches oficialísimos.
Estimado Alfredo, somos muchos compatriotas los que te pediríamos ayuda para cruzar un río de aguas revueltas. Pero no lo haremos. Sabemos que, como en la fábula del escorpión y la rana y a mitad del trayecto, nos picarías destilando tu veneno aunque eso supusiera perecer. Y sabemos además que tú responderías con un frío «no he tenido elección, va en mi naturaleza».
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