Atlético de Madrid
El espanto
Mehriban Aliyeva, vicepresi-denta de Azerbaiyán por la gracia de su esposo el presidente Ilham Aliyev, tras sucesivos viajes a Londres se entusiasmó con los taxis de la City y, como quien adquiere calzoncillos de Hugo Boss en el Mercado de la Seda de Pekín, a euro la pieza, encargó a los chinos que le fabricaran 1.500 vehículos idénticos a los que circulan por la capital londinense para el transporte público de Bakú, con motivo de los primeros y tal vez últimos Juegos Europeos.
En la capital azerbaiyana, si se lo propusieran, en lugar de agua caliente o fría de los grifos podría brotar gas o petróleo a gusto del consumidor. Instalaciones deportivas de primer nivel y el Qarabag, que jugaría en Agdam de no ser porque la guerra entre Armenia y Azerbaiyán redujo la ciudad a cascotes, en la Liga de Campeones. Equipo sin pedigrí, pero animoso, que en esta competición utiliza el Olímpico de Bakú para aprovecharlo. No llenó los 68.000 asientos contra el Roma (1-2); tampoco con el Atlético.
Y todo este rollo para eludir la responsabilidad de escribir sobre un partido espantoso, impropio de un subcampeón europeo como el Atlético de Madrid. ¡Qué bochorno! Simeone alineó a Gameiro y a Gaitán desde el principio y desde el comienzo la participación de ambos fue lamentable. Tan paupérrima que así será difícil venderlos en enero, ni con las rebajas. A excepción quizá de Vrsaljko, que se esmeró, y Oblak, que no perdió el sitio, más por la inocencia de los «refugiados» que por el acierto de sus defensas, el resto fue un horror.
Ni contra diez vio el Atlético la portería de Sehic, atribulado cancerbero que celebró el pitido final. El empate (0-0), y gracias, con este modestísimo Qarabag, implica ganar los tres partidos que quedan para no terminar eliminado, incluido el del Chelsea en Stamford Bridge, empresa ésta que resulta más complicada que comprar un taxi en Londres. Falta imaginación.
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