Alfonso Ussía

El estadista

Admiro todo aquello que no alcanza mi capacidad. Por ejemplo, el esfuerzo titánico para hallar a una persona en medio de una muchedumbre. Me aburre sobremanera. Esos libros de «encontrar a Wally» me parecen un tostón. ¿Qué se gana encontrando y ubicando en el dibujo a tan innecesario personaje? Otra cosa es culminar el hallazgo en una concentración de más de un millón de personas, como la que se reunió en París para manifestarse contra la brutalidad de los crímenes del terrorismo islámico. Fallaron los servicios de protocolo franceses, que no reconocieron a Artur Mas y lo ubicaron a dos kilómetros de los jefes de Estado y primeros ministros. Pero resultó emocionante la perspicacia de los cámaras y enviados especiales de TV3, que después de ímprobos intentos, reconocieron entre ese millón y medio de manifestantes al presidente de la Generalidad de Cataluña y al alcalde de Barcelona, a los que habían colocado en el sector correspondiente a los alcaldes. Algo tan sencillo como encontrar una aguja en un pajar o una moneda de diez céntimos en la selva del Amazonas.

Pero no. Los hallaron y los entrevistaron para gozo y delicia de los espectadores acostumbrados a seguir las noticias del mundo a través de TV3. Impresionante rasgo de profesionalidad.

En Francia, que son bastante centralistas, no entienden bien el nivel de representatividad de un presidente autonómico español. Y le dijeron que sí, que aceptaban su presencia, siempre que lo hiciera entre los alcaldes. Le brindaron un respetuoso tratamiento municipal, que no es gran cosa pero tampoco desdeñable. De esta guisa, nuestro gran estadista no reconocido como tal, pudo establecer un primer contacto político con el alcalde de «Domignon sur Mer» (Domignon sobre el Mar), Marcel Perigaud, con el de «Domignon a Coté de la Montagne» (Domignon al lado de la Montaña), François Pipette, con el de «Domignon de Les Pommes» (Domignon de las Manzanas), Laurent de Chevigny, y con el de «Domignon de la Foret» (Domignón del Bosque) Jean Lucien Baulieu. Tengo entendido que los cuatro alcaldes de la zona de Domignon estuvieron encantadores con Mas y Trías, que a su vez, correspondieron a los alcaldes de tan importantes localidades francesas con su habitual sencillez y gracejo personal.

De cualquier manera, hubo un momento de tensión que se solucionó con una somera intervención policial. Fue cuando Artur Mas se adelantó a Trías y demás alcaldes y exigió ser incluido en la primera fila de la manifestación, distante dos mil metros de donde se hallaba, amparando su exigencia en su condición de «estadista». «Soy un estadista», y aceleró el paso hasta que un gendarme le ordenó: «Vuelva inmediatamente a su sitio». Y Mas, que fuera de España es bastante más obediente que dentro de ella, refunfuñó un poco y retomó su lugar junto a los alcaldes de la fundamental comarca de Domignon.

Previamente, le había fallado también su «embajador» en París, que no pudo conseguir que Mas, como hicieran el resto de los estadistas, pudiera saludar al presidente Hollande con el fin de darle el pésame en su nombre, en el del derecho a decidir, en el de los Pujol y en el de Messi, que es el catalán más conocido en Francia. Sí pudo, y muchos nos reconfortamos al saber del buen fin de las gestiones diplomáticas, expresar sus condolencias al secretario particular del secretario general del presidente Hollande, Yves de la Charroniére, que estuvo también encantador, como para comérselo, lo cual a nadie debe extrañar si ha conocido y tratado a Yves de la Charroniére.

Un éxito total del que todos nos congratulamos.