Pedro Narváez

El estudiante

Nadie sabe a ciencia cierta a qué se dedica, y eso que le ha cogido el gusto a aparecer en los medios con ese discurso miserable de «Los miserables» en el que las frases de plástico levantan adoquines de verdad. El personal se queda con la copla de que es un estudiante, que es todavía para el imaginario un idealista que un día tendrá futuro, pero así llamaban también al bandolero Pepe Sancho, que acompañaba a Curro Jiménez, o a los hijos de tuna que aún con canas en los sobacos siguen rondando balcones. Tohil Delgado, el jefe del sindicato de los alumnos, no estudia. El cazador cazado. De la misma manera que levanta sospechas ya no sobre el ministro del ramo sino sobre todo el Gobierno, desde su entorno se duda también de que el líder estudie algo más que el calendario de huelgas. Si es cierto que al presunto universitario no se le conoce matrícula, más que pedir la dimisión de Wert debería presentar la suya propia. Papeles y declaraciones juradas, que es lo que se lleva. No se puede exigir transparencia para los demás y vivir en la fiesta de lo opaco o protestar a grito pelado por los cuadernos de la contabilidad del tal Bárcenas, me sumo, y esconderse a la vez tras los falsos libros de antropología. En este momento de desprestigio no están libres de sospecha los sindicalistas que azotan el parlamento, sobre todo si es un escaño azul cielo. Sostiene Tohil que es vital una renovación de los partidos. Podría empezar por dejar el sitio a otro nombre que haya hincado los codos al menos la noche anterior al examen, como hicimos todos algún día de vino y rosas. Claro que no hay mejor fiesta gratis que una «mani» de la que hablar luego con las amigas a las que les gustan los hombres comprometidos y caraduras. Ligar requiere de un duro aprendizaje del que sólo los elegidos salen triunfantes. Pero para eso ya vuelve «Gran hermano» a dar el braguetazo. Hay algo peor que los malos políticos: los parásitos que viven de ellos.