Ely del Valle

El eterno terminal

Bolinaga, el enfermo terminal más longevo de la historia –el adjetivo se aplica según todos los tratados de medicina cuando al paciente le quedan 6 meses o menos de vida, y lo suyo va ya para dos años– ha vuelto a pasar por el juzgado acompañado por esos familiares que él sí tiene porque nadie se los ha matado, para declarar por otro de los muchos crímenes de los que se supone fue ideólogo, cómplice o mano ejecutora. No sé si servirá de algo puesto que su «terminalidad» le permite vivir en su casa independientemente de si en su currículum de asesino cum laude hay un muerto más o menos, pero al menos nos queda el consuelo de su comparecencia: estará libre, sí, pero ayer tuvo que molestarse en calzarse la boina para sentarse delante del Skype, que siempre es más engorroso que salir de chatos.

Por lo visto, el ex preso (disculpen, pero lo de expreso me sigue oliendo a café o a estación ferroviaria), pudo haber participado en el asesinato de un guardia civil en 1986, conclusión a la que se llegó gracias a las declaraciones de otros miembros del «comando Bellota», perdón, «Bellotxa», que cantaron como alondras haciendo un alarde de falta de caridad notable, porque a un enfermo terminal no se le hace eso. Claro que por aquel entonces de lo único que estaba enfermo Gotxon (lo de Ángel no se entiende en un «gudari» como él) era de odio.

Desde el asesinato han pasado 26 años; desde la traviatta de sus presuntos compinches, 16. Teniendo en cuenta la progresión, es muy posible que pasen otros 6 hasta que haya un veredicto que, a este paso, es más que probable que el tal Bolinaga escuche, eso sí terminal, pero gozando, como los muertos de Dorante, de mucha mejor salud que sus víctimas.