Ángela Vallvey
El «far east»
La bienpensante Europa occidental está preocupada viendo cómo reacciona la Europa del Este –el Lejano Este, el «Far East»–, ante la crisis de los refugiados. Quienes no conocen esos territorios, ni su historia –sangrante hasta ayer mismo– están boquiabiertos por la «falta de sensibilidad» de gobiernos como el húngaro, que recibe a la multitud de desamparados con golpes, patadas y desprecio, que incluso está decidido a meter en la cárcel a muchos refugiados, quizás los mismos a quienes no es capaz de alojar . El antiguo «Bloque del Este» ha resurgido ante el capitalista y simplón Oeste a raíz de esta crisis, terrible por el ingente número de desplazados que impulsará a lo largo de las fronteras de una Europa que se presumía sin barreras, en un conflicto que no ha hecho más que empezar. Porque el problema es de proporción: es la inasumible, descomunal cantidad de refugiados que puede llegar. Es ahora cuando hemos descubierto que, en realidad, Europa no se divide entre el Norte trabajador y el Sur derrochador, sino entre el Este y el Oeste: separados aún por un invisible Telón de Acero. La Europa occidental y los legatarios de la antigua URSS forman parte de un club cuya excepcional diversidad es su riqueza y principal problema.
Curiosamente, buena parte de los países por donde los refugiados sirios podrían cruzar en su triste periplo tiene un pasado influenciado por el Imperio Otomano. Pero eso no les hace sentir mayores simpatías por la muchedumbre desahuciada. ¿Los Balcanes, verbigracia, se pueden considerar Occidente desde que muchos de ellos ingresaron en la UE? La península balcánica ha sido escenario de demasiados experimentos trágicos en la historia. Uno de los más terribles, el estalinismo, ha dejado una clara huella materialista. El materialismo histórico tampoco ha sido amable con Hungría. El materialismo dialéctico nunca ha sabido enseñar buenos modales, sin embargo sí ha sido tremendamente eficaz instruyendo en las mañas de poner zancadillas, como esa de la periodista húngara que noqueó sin ninguna compasión ni respeto a un padre que corría con su hijo en brazos. La periodista será joven, pero su treta es vieja. Olvidamos que el Este europeo estuvo sometido, hasta hace veinticinco años, a la brutalidad del totalitarismo que –es fama– resulta una pésima escuela de sutileza y humanismo. Aunque nadie se quejaba de Hungría cuando entró en la UE. Entonces, todos estaban satisfechos pensando que, junto a los países del Este «soviético», se ampliaba el mercado común para vender lavadoras alemanas, paté francés, vino español...
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