El desafío independentista
El final del psicodrama no está escrito
Se acerca el desenlace del tedioso psicodrama de Cataluña, pero el final aún no está escrito. Las historias se entrecruzan vertiginosamente, giran y giran los personajes, como zombis, por el escenario para volver siempre al mismo sitio, entre el hastío de los espectadores. El pobre Puigdemont, vestido de luto con aspecto de enterrador, transformado en protagonista a la fuerza, no sabe qué hacer, si declarar la independencia y entrar en la cárcel con la aureola de mártir o convocar elecciones y salvarse de la quema. A la salida heroica le empujan los revolucionarios de la CUP, la ANC y Ómnium, que manejan la calle, además de Junqueras y Forcadell; a la escapatoria de las urnas le conmina la espada del 155 que pende sobre su cabeza y la de su Gobierno, además de las acuciantes recomendaciones del sector más sensato de su partido, el mundo del dinero, la prensa seria de Barcelona, los dirigentes europeos, intelectuales independientes, los partidos constitucionalistas y hasta el PNV. El guión del desenlace está en sus manos. El tiempo se acaba. Todo tiene que ocurrir esta semana. De su intervención en el Parlament y de su intervención en el Senado depende el desenlace. Conociendo al personaje, es difícil imaginarse que en sus esperadas intervenciones vaya a ofrecer una salida clara, un comportamiento noble. Seguramente tratará de salvar la cara y el pellejo.
No sería extraño que optara por las urnas sin renunciar a la independencia, convirtiendo las elecciones autonómicas, celebradas en un clima viciado y enardecido, en unas elecciones constituyentes. Ante esa jugada, la respuesta del Senado, que siempre ha de ser proporcional al desafío, tendrá que afinar un poco. Parece que el propósito del presidente Rajoy y de sus socios de ocasión, Sánchez y Rivera, y presumiblemente el sentir general de la comisión del Senado es que, sin el restablecimiento de la legalidad con la renuncia a la ley de transitoriedad y las demás normas anuladas por el Tribunal Constitucional, seguirá adelante la intervención. Se aplicará con toda la contundencia que la ocasión merece el artículo 155 de la Constitución, diga lo que diga ese verso suelto del PSOE que es su disonante portavoz parlamentaria.
Después vendrá, antes de que baje el telón, la traca final, el estruendoso ruido revolucionario promovido por la CUP y la poderosa trama civil del golpe que maneja todos los frentes de la calle. Como dijo Pío Baroja: «La revolución es una época para histriones; todos los gritos sirven, todas las necedades tienen valor, todos los pedantes alcanzan un pedestal». Algunos de estos histriones y pedantes revolucionarios catalanes ya han caído del pedestal y están en la cárcel. Triste final.
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