El desafío independentista
El fracaso de Mas
No entiendo muy bien dónde está el éxito de Mas tras el resultado del domingo. Fue una consulta ilegal sin ninguna garantía donde pudieron votar extranjeros extracomunitarios, entre los que hubo incluso mujeres con burka, y mayores de 16 años. Ninguno de ellos puede votar en unas elecciones. A pesar de todos los esfuerzos de los medios de comunicación controlados por la Generalitat, los mensajes apelando a la participación y los millones de euros que han destinado sólo consiguieron movilizar a un tercio de los seis millones de los que estaban llamados a votar. ¿Dónde está el éxito? Ahora sabemos que hay alrededor de 1,6 millones de independentistas. No es ninguna novedad y acudieron a las urnas alrededor de 2 millones. Es cierto que el aparato mediático del gobierno catalán se apresuró a vender la gran victoria, similar a 1640 y 1714, y erigir a Mas en un heroico patriota que está legitimado para negociar con Madrid tras este resultado. Los periodistas afectos a la causa soberanista, incluidos los que no se mojan tanto y hablan de diálogo como si fueran dos estados ajenos entre sí, están muy satisfechos tras el resultado, aunque hubieran dicho lo mismo pasara lo que pasara.
No es verdad que no se haya dialogado con Mas. El problema es que poco se puede hablar con quien sólo exige que se autorice un referéndum para romper España. Nunca ha planteado otra cosa. El presidente catalán decidió sumarse a la marea independentista del 11 de septiembre de 2012 pensando que era un tsunami y se ha visto desbordado en su papel de converso. Ahora es más independentista que Junqueras, que se puede encontrar con que el «sumo sacerdote» del soberanismo le ponga deberes para que sea un buen creyente.
Los que piden diálogo, negociación y pacto nos deberían explicar qué es exactamente lo que quieren porque esto no es un concurso de mises. Durante siglos, España ha sido un mercado cautivo para los industriales y comerciantes catalanes. Los flujos migratorios nos resultaron muy beneficiosos porque tuvimos mano de obra que permitió impulsar el desarrollo económico. Actualmente la balanza comercial nos resulta muy beneficiosa. Los catalanes hemos gozado de un merecido prestigio como personas serias, trabajadoras y rigurosas en el resto de España. No eran tópicos sino realidades. Hemos sido muy queridos, pero el nacionalismo genera que nos vean con menos simpatía y es algo que va a peor.
Los que consideran que 1,6 millones de independentistas, de los 6 millones con derecho a voto, son un aval para que el Gobierno negocie deberían aclarar que si lo que quieren es el reconocimiento de una situación de privilegio con comunidades de primera y de segunda así como un sistema de financiación que nos resulte más favorable. Espero que Mas acepte lo mismo para que los barceloneses paguemos menos, porque si como catalán tengo que tener privilegios frente al resto de España quiero también tenerlos como barcelonés dentro de Cataluña. Es lo coherente. Hemos de ir a un modelo estamental, con un Parlamento donde los catalanes estemos separados del resto, y una bilateralidad donde seamos soberanos y negociemos con España en igualdad. Los independentistas no se aplacarían con menos.
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